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ORIENTACIONES

Frente a las reformas laborales que cargan sobre los trabajadores la crisis provocada por los capitalistas ¡Unidad y resistencia en la Huelga General!

El Gobierno de Rodríguez Zapatero -un «rojo radical amigo de Chávez» según lo presentaba la prensa derechista «sin complejos»-, ha empezado a perpetrar las reformas neoliberales y recortes antisociales que, en estos últimos años, le han venido exigiendo la CEOE, el Banco de España y los batallones de economistas y comentaristas que copan las tertulias de radio y televisión. Cierto es que Zapatero dio finalmente el paso convencido por Obama, Sarkozy y Mérkel, pues parece que el inglés, el francés y el alemán son idiomas más apropiados que el caste­llano para que la izquierda progre­sista de «este país» acepte definitivamente el «hecho inevi­table» de que la salida a la crisis pro­voca­da por los financieros será a costa de los trabajadores. El líder del PSOE sale con­ver­tido con tal furia que hasta Esperanza Aguirre le da la bienveni­da a la «ortodoxia liberal».
Hace dos años, con el rescate público de gran­des bancos de inversión y compañías de segu­ros hundidas a conse­cuencia del des­ma­dre especu­lativo animado por las políticas de desre­gulación financiera, los especuladores parecían haber quedado avergonzados y los mismos diri­gentes atlánticos nos anunciaron la necesidad de «refun­dir» el ca­pitalis­mo. Unos cuantos ad­vertimos que esperar un capitalismo rectificado a sí mismo era estúpido. El rescate público de sociedades especuladoras en quiebra representaba un pa­réntesis intervencionista en la «economía de libre mercado» que aplicaba la medida, ya clási­ca, de sociali­zar com­pañías cuando sus capitalistas tienen pérdidas, y devolvérselas cuando obtienen benefi­cios.
Pero tal operación era más perversa aún: aquel intervencionismo para salvar a los especula­dores tenía el objeto de endeudar más a los estados para que los propios merca­deres de ca­pital compraran esa deuda, y así poder luego determinar la política económica y social de las na­ciones. Las medidas impulsadas por el gobierno de nuestra nación y aproba­das por las Cortes ge­nerales con­firman que siguen las direc­trices de las finan­zas internacionales.
Con la reforma laboral se agilizan y abaratan los despidos. Una primera fórmula con­templa que cualquier «situación económica negativa» -donde cabe una momentánea caída de la fac­tura­ción, o una simple depreciación de los activos- sirva para que el despido impro­cedente comporte una indemni­zación de apenas 20 días por año. Una segunda fórmula con­siste en universalizar el contrato fijo con indemnización de 33 días con un máximo de 24 mensualida­des, frente a los 45 ordinarios con un máximo de 42 mensualidades. Encima, el despido sale más fácil y barato gracias a la financiación pública de parte de sus costes. Con la excusa de frenar la temporalidad -la más alta de la UE-, los contratos indefinidos ya no serán sinónimo de estabilidad, sino un nuevo contrato de «o aceptas nuevos abusos laborales o a la calle».
Además de reducir el salario de los em­pleados del estado, y de contraer drásticamente los presupuestos de Fomento desti­na­dos a obras públi­cas, se reduce la tasa de reposición de empleos públicos para proceder, no sólo a la privati­zación parcial de los servicios, sino a que sean empresas de empleo temporal quienes vayan sustituyendo los puestos de trabajo va­cantes. Para estas contratas privadas no importa la capacidad, sino sólo cuánto está el asa­lariado dispuesto a dejar de cobrar y hacer horas de más. Asimismo, se anuncia el alargamiento forzoso de la edad de jubilación y el aumento de la base para el cálculo de la pensión a veinte años, a lo que se añade la actual congelación de las pen­siones.
Pero siendo todo esto muy grave, lo peor es que se procede al desconyuntamiento completo de los derechos laborales del trabajador español: por lo pronto, el gobierno y las cortes genera­les han abierto la posibilidad de que las empresas se descuelguen de los conve­nios colectivos.
Ante esta ofensiva brutal no valen excusas para no movilizarse. Alegar que la huelga gene­ral tenía que haberse celebrado antes para no secundar la que, por fin, se convoca este 29 de septiembre, es un pretexto pueril. Recordar ahora que los sindicatos mayores -UGT y CCOO- son corruptos, ineficaces y subsidiados, justo en el momento en que se han visto arrastrados por sus bases a convocar la huelga, y hacerlo para no movilizarse, refle­ja, en el mejor de los casos, dejarse atrapar por filas y fobias particulares y olvidarse del verdadero desafío que actualmente se disputa, cuando no, sencillamente, estar a favor de intensificar los abusos y miserias so­bre los asalariados, parados y pen­sionistas. Lo que nos debe im­portar es que trabajadores y jubilados to­men conciencia, se atrevan a movilizarse y luchen por sus dere­chos reales, no dividirse por causa de quien ha convo­cado la huelga. Decir que la huelga general no sirve para nada denota la típica actitud de los que esperan milagros o efectos instantáneos. Señalar que la huelga es insuficiente, para seguir sin hacer nada, es otra excusa miserable. Roma no se hizo en un día. Todas estas excusas llevan a lo mismo: a secundar la actitud de quienes se muestran de acuerdo con que la crisis provocada por los espe­culadores tengan que pagarla los trabajadores.
Prácticamente todos los medios escritos, radiofónicos y audiovisuales -locales y nacionales- han cerrado filas en torno a gobierno y oposición en contra de la huelga general. Arremeten contra los trabajadores porque no aceptan servicios mínimos que significarían reven­tar la huelga y hundir un derecho fundamental. Descalifican a los sindi­ca­tos por subvencionados, cuando esa prensa se halla aún más subvencio­nada que los sindi­catos. Tergiversan cuando dicen que la reforma «socava el papel de los grandes sindicatos en los convenios colectivos», pues lo que hace la reforma laboral es so­cavar los propios convenios co­lectivos y el papel de cual­quier tipo de sindicato. Asimismo, la prensa del régimen lanza una campaña histérica de crimi­nali­zación de los huelguistas al hablar de «pi­que­tes salvajes» y acusarlos de terro­ristas, cuando los auténticos terroristas son los pa­tronos que amenazan con despedir a quienes vayan a la huelga sin presencia de piquetes. Una vez más, constatamos que la prensa del ré­gimen -tanto la neoconservadora como la pro­gre­sista, tanto la centralista como la nacionalista periférica- conforma cuerpos de un único Ejército Represivo: no son medios al servicio del público, sino que son portavoces de quien realmente les paga: los capitalistas.
Hemos de ser conscientes de la amplitud social e histórica del desafío actual y, en consecuencia, ser responsables y aportar a la realidad militante de este País un esfuerzo consciente y radical real. Por tanto, nos solidarizamos con esta huelga general, con sus justas reivindicaciones y denuncias, y apoyamos decididamente la movilización total frente al Régimen estatal y al Sistema liberal-capitalista.
No en defensa de los intereses particulares, sectoriales, corporativos, o de clase, sino por los intereses generales de la Nación, por el bien común y posible, por la defensa del Estado Social, de nuestro futuro y de nuestro pueblo.
 
ProyectoM20.blogspot.com 

1 comentario

Cabreado con los patriotas socialistas -

Ayer en Barcelona se superaron las previsiones de unos y de otros.
Más de VEINTE MIL personas en la calle para protestar contra los recortes.
Toca coordinarse para apoyar y participar en estas movilizaciones.
¿Donde coño estamos los patriotas socialistas, los tercera vía, los nacional-revolucionarios antifachas o como queramos llamarnos?
Años quejándonos que la gente pasa, y ahora que hay movimiento… ¿Porqué no aparecemos?