Blogia
orientaciones

Nacional

ORIENTACIONES

ORIENTACIONES

Si viene a hacer el indio se equivoca de sitio
Natalia Segura

Uno de los peligros de cualquier colectivo que levante una bandera no con­vencio­nal y lance un discurso más o menos alternativo, «ra­dical» o «rompe­dor» es el siguiente: de la misma forma que las men­tes simples y más con­formistas de una sociedad llegan a confundir lo conven­cio­nal­mente estable­cido en ella, o lo ya «co­rriente» en su en­torno parti­cular, con la «nor­mali­dad» (no tienen por­qué coinci­dir, y muchas veces lo conven­cio­nal se opone a lo que es verdade­ramente nor­mal), otras mentes, qui­zás no tan confor­mistas como las primeras, pero no menos simples, aso­cian lo anti­conven­cional o lo contracorriente con ir de borde, tener un com­porta­miento anti­social, o caer y recrear­se, directamente, en lo anormal.

   Este problema no lo suelen tener los colectivos de cualquier ámbito (polí­tico, económico, deportivo...) que aceptan o se mueven en lo convencional. Todos los que se acercan a estos grupos, de antemano sa­ben (o se ente­ran muy pronto) que las posibles rare­zas que se tengan, las locuras en que puedan caer o las barba­ridades que pudieran cometerse (por placer, por desidia o por necesidad) van a que­dar siempre, o casi siem­pre, en las alcantarillas, en «la contabili­dad B» o du­rante las noches libres en el extra­rradio urbano. Todos saben que no se aceptará que se ma­nifiesten en pú­blico, aparezcan en los documentos oficiales o se cometan en plena jorna­da laboral.

 Por eso, ante cual­quiera que se acerque a un colectivo contracorriente (e incluso radicalmente anti­con­ven­cional) pero no por eso deja de sostener un pro­yecto normal (precisa­mente, en una sociedad como ésta no queda otra opción para defender lo normal) lo primero que de­bemos averiguar, en esa persona, es si quiere traba­jar y luchar en serio (en realidad no se puede luchar de otra forma) al nivel que buena­mente sea capaz de llegar o con la intensidad que vea más conve­niente en su caso, o si, al contra­rio, pretente ju­gar a «niño terrible» del barrio. O dicho de otra for­ma, si para él la radi­calidad no es más que una ex­cusa dialéctica para «ir de borde» por la vida.

 O se lucha y se hace política (revolucionaria o con­trarrevolucionaria, refor­mista o con­formista) o se «fri­quea», se juega para pasar el rato y se hace el indio. Las gentes que nutren los partidos, fundaciones y demás organiza­ciones convencionales también tie­nen su «corazoncito», apegos, fantasías, pasiones y efusiones, pero, en general, tienen muy claro que, en el afán diario, se impone la consecución de unos fi­nes (financiero-económicos, finan­ciero-políticos, fi­naciero-militares, financie­ro-mediáticos o financiero-deportivos) y esa gente, por muy desbordantes sean sus preferencias sen­timentales, deben aparcar sus fantasías, apegos, desagrados y demás senti­mientos cuando es­tán manejando las herramientas o recursos de la empresa. Como suelen decir ellos: «con estas cosas no se juega».  Y es que tiempo y el es­pacio dedicado al partido, fundación, medio de di­fusión, taller, oficina o mos­trador, son «horas y lu­gares en serio», y no para hacer el indio.

 Y decimos «hacer el indio» porque es la expresión más popular para un tipo de comportamiento ejem­plarizado en el supuesto que alguien saliera, al día de hoy, a la pelea, al baile o a la caza, ululando, y con plumas, pintu­ras y hachas de guerra en ristre. Pero lo mis­mo podría­mos hablar de «ha­cer el mo­runo» para quien aparezca profiriendo ame­nazas en árabe, in­sul­tos en rifeño o maldiciones en ara­meo, cubiertos con tur­bante (a ser posi­ble ne­gro) o «dar el pego anarquista» pa­ra quien alter­ne paños roji­negros con pren­das arco­­iris y capuchones grises, y puños arri­ba con porrazos a los escaparates e incendios en contene­dores. O «dar el cante fascista» para quien guste aparecer con célticas, esvás­ti­cas, co­rreajes, uni­for­mes y brazos en alto, el «cante pirata» para los ata­viados de forma estrafala­ria, parches en el ojo y banderas con calaveras, o el «can­te bizarro» para el exhibicionista em­butido en látex, cuerdas y cue­ros os­curos para una sesión sadomasoquista. Da igual. Todos ellos son pro­duc­tos del mismo país: el país del «hacer el indio».

 La primera cuestión, por tanto, de una organiza­ción alternativa con quienes se relacionan con ella es:

¿Se quiere luchar en serio o se prefiere jugar al «niño terrible» del vecin­dario?

¿Se pretende avan­zar llegando a la gente, o en­tre­tenerse espantan­do a todo el mundo?

Todo aquel que pretenda, sinceramente, defender una causa y progresar en la lucha, no duda en libe­rarse de lastres que le estorban en el camino y se halla más que dispuesto a re­ducir al mínimo todo lo que complica in­ne­ce­sariamente su acción en el cam­­po de batalla. Por entrañable que sea su ape­go por ciertos signos u obje­tos, y mucho sea el valor sen­timental que, por los moti­vos que fue­sen, les haya dado el militante o com­batiente, si real­mente lo es, es consciente que lo funda­mental es el proyec­to, cumplir los objetivos de la lucha y car­gar con todo el peso que requiere el equipa­miento útil y el arma­mento efectivo para la lucha, pero no más.

 El que está decidido a luchar y causar el mayor da­ño posible a su enemigo (no olvidemos que mu­chas veces el mayor enemigo es el burgués friqui que tene­mos dentro) reserva energías y concen­tra esfuerzos en el empleo de los medios más efecti­vos y favorables para su lucha (y desfavorables para su adversario) y evita desgastarse con cargas inútiles o contraproducentes. El currante, si se man­cha, es de grasa, sangre, barro... lo propio de su labor para lle­varla a cabo, pero no está dispuesto a mancharse de más con ton­terías. El que quiere combatir, avanzar, ven­cer posiciones, ir cambiando las cosas, se deja la quincalla sentimental en casa, no se com­plica la vida (y la muerte) más de lo que resulta justo, opor­tuno y necesario para la lucha.

 En el terreno donde brega y se afana, el comba­tiente no tiene la ocurrencia de conducirse dándose el gus­tazo. Él es cons­ciente que la lucha en se­rio (es la única digna de llamarse lucha) acarrea dema­siados esfuerzos y difi­cultades, y para una causa alterna­tiva, el terreno donde se actúa es todavía más complicado e im­plica riesgos añadidos. Sabiendo todo esto, no se per­mitirá el lujo de sumar gratui­ta­mente más dificultades de las estricta­mente necesa­rias o inevitables. Nadie con dos dedos de frente se mueve en el campo de ba­talla al descu­bierto ni fanfarro­neando (excepto en ca­sos muy pun­tuales y es­tudia­dos) ni actuando como un sui­cida (a no ser que no quede más reme­dio, y enton­ces se escogen unos pocos). Aquel que atraiga sobre sí más perjui­cios y riesgos además de los inevitables no sólo es­taría faltando a su deber para mantener­se como efectivo, sino que esta­ría atentando con­tra sus com­pañeros. Combatir es tanto saber ata­car como po­nerse a cu­bierto él y sus compañeros.

 En definitiva, lo avisamos ya: el que quiera fanfa­rronear o «suicidar­se» (en rea­li­dad, fri­quear yendo de borde) haciendo el indio, el moruno, el anar­quis­ta, el fascis­ta o el pira­ta, un proyecto alternativo co­mo el que intentamos levantar no es su sitio.

 Pero como lo cortés no quita lo rebelde con causa, finalizamos con un consejo para los que sí quieran pasar el rato yendo de bordes, y les comen­tamos que, sin duda, lo más sensacional sería com­binar la galaxia de las friquerías antisociales. Imagí­nense que rompedor. Ululando y pinta­dos como indios de Jó­livud, las señoras ata­via­das con gorritos rojine­gros, mo­nos azules abiertos hasta el ombligo y car­tu­che­ras reple­tas de porros y flores, los señores cu­biertos, bien con turbantes negros y arabescos im­presos o con capu­chones de semana santa y tres grandes “Kas” (y am­bos gri­tando “¡muerte a los in­fie­les!”) y los ambiguos lle­vando uniformes de tan­quis­­tas alema­nes recortados para que se les vea el pe­cho y la tripa peluda, y agitando to­dos ellos cala­veras y es­vásti­cas, así como retra­tos de Sta­lin, de Hitler, de Ceaucescu, de Bokassa, de ben La­den, de Otegui, de Aznar y del machango «an­tes cono­cido como Prince», y portando, además, pan­car­tas donde se leyera «¡muera el euro extran­jero ju­deo-masóni­co y viva la peseta del Cau­dillo! (y una mo­neda con el perfil de Franco)» cau­sarían una gran sen­sa­ción.

 Y si al circo de los más bordes del vecin­dario le pusiéra­mos, como guinda, la se­ñal de peli­gro ra­diactivo, y la pintoresca rata anar­co­fascista armada con un bate de béis­bol, se­ría ya lo más borde en el mercado de los «niños terribles».

 Lo hemos dicho varias veces y acabamos recor­dándolo. Al poder estable­cido le viene muy bien te­ner unos supuestos enemigos que actúan como es­panta­pájaros y provocan más repelús que los politicastros del régimen. Como quienes integra­mos la alternativa no estamos por la labor de favorecer al poder establecido, no sólo ce­rramos la puerta a los que preten­den «hacer el indio», sino que los denun­ciamos para que todos tomen nota de lo que significa, no tanto para los propios suje­tos que a eso dedican parte de su tiempo libre, si­no lo que significa como comporta­miento que be­ne­ficia al poder establecido.

 

 

NACIONAL

NACIONAL

PETARDAS, APOLITICOS Y SÚBDITOS
Carlos Ramiro

Si algún fenómeno podemos destacar en España durante el siglo XX, es la notable sucesión de grandes oportunidades perdidas para cons­truir un proyecto sugestivo de vida en común. Sin em­bargo, el pe­riodo borbónico comprendido entre la Crisis del 98 y la pro­clamación de la II República, se caracterizó, sobre todo, por un pano­rama político mediatizado por la actitud de un monar­ca de­cidido a mantenerse en el trono al precio que fuera; des­pués, en esa II República que suscitó tantas esperan­zas, pre­va­le­cieron la demagogia y el sectarismo, y se desem­bocó en la Gue­rra Civil del 36; la dictadura de Franco se destacó por la me­diocridad, "cua­lidad" que define a la perfección a las clases me­dias, esti­madas por el dictador como su "obra predilecta" y él su princi­pal promotor; y por último la II Restauración borbónica, la Juan­carlista, que podemos resaltar como un compendio de todas las anteriores.

La actualidad española es perfectamente comparable con lo que ocurrió durante la transición. En primer lugar, contamos como jefe de gobierno a un inútil, quien se cree que las palabras, por sí mismas, son capaces de cambiar algo. En segundo lugar, vemos a las distintas facciones del ré­gimen fingiendo debates y que, cuando pelean, la mayoría de las veces lo hacen por insustan­cia­lidades o cuestiones accesorias, y las pocas veces que "se pe­lean en serio", nos revelan su única preocu­pación: la parte de los pre­supuestos del Estado que van a llevarse a sus arcas, ya sean de partido o particulares. Y en tercer lugar, tenemos a los trabaja­dores, desmovilizados y atenazados por el miedo a perder el puesto de trabajo (cada vez más precario y en peores condicio­nes), mientras la CEOE y el Banco de España siguen pidiendo, y van logrando, que se cercenen los derechos laborales que la clase obrera fue conquistando durante un siglo trágico.

Pero en esta ocasión, la situación es más grave que durante la transición, ya que los españoles han sido colocados en una situa­ción de sumisión y desorientación que les impide ver la realidad más básica, al serles negada, de hecho, la condición de ciuda­danos, gracias al mensaje lanzado desde los me­dios de difusión de masas. Ese mensaje es que la política es algo consustan­cial­mente turbio, intrínsecamente oscuro e inevitablemente corrupto, y, por tanto, eso es lo que provoca que los espa­ñoles “pasen de política”. Tal creencia es la piedra funda­mental del régimen juan­carlista.

Por eso, no sólo no es suficiente criticar los engaños de los par­tidos establecidos, denunciar los negocietes privados de los admi­nistradores públicos o clamar contra la co­rrupción de los car­gos po­lí­ticos, sino que resulta, incluso, contraproducente si nos que­da­mos ahí, pues contribuye a sostener la creencia generalizada que, el propio poder, sostiene "oficiosamente":  que el engaño, la suciedad y la corrupción que se perci­be en el panorama nacional son la esen­cia de la política. Por eso es urgente centrar los focos de atención en el llamado "cuarto poder": los grandes medios de difusión de masas. 

Porque estos medios de difusión son los creadores de un mundo virtual, con matrices de opinión perfectamente estruc­turadas para desmovilizar a las personas y transformarlas en masas dóciles. Todos los grupos empresariales, atendiendo a sus propios inte­reses como sociedades económicas, dejan de lado la realidad “real” para acomodarla a sus necesidades financieras, estable­ciendo, de manera tácita, un pacto donde se designa qué es "lo bueno" y qué es "lo malo". Es decir, desde los diferentes (pero co­in­cidentes en lo fundamental) diarios, emisoras y canales de tele­visión, día tras día se desarma intelectual y anímicamente al ciu­da­dano para que éste asuma la "realidad presente" como algo ine­vitable, y de esta forma asista pasivamente a la depredación de sus derechos reales más elementales por parte del mundo fi­nan­ciero y empresarial. 

Así, por un lado, un dis­curso profundamente ideologizado es ca­muflado o es­con­dido por los medios de difusión bajo una máscara de asepsia científica o contable, presentándonos como ciencia lo que no es más que propaganda pura y dura (o dicho de otra for­ma: mu­cho humo repleto de fórmulas ma­te­máticas). Y, por el otro lado, esta industria, que también tiene la función de entre­tener, ha en­contrado la clave para desactivar eficazmente cualquier situa­ción, sectorial, local o general, que pudiera derivar en conflictiva o problemática, mediante la creación, de la nada, de personajes que, en un plató de televisión, pasan horas exponiendo sus mi­se­rias, debatiendo sobre las “hazañas” de alcoba de tal o cual indi­viduo o individua, y, en algunas ocasiones, linchando virtualmente la ideología tal o la marca cual. Y todo esto para insertar, en la realidad “real” o en la "vida cotidiana", aquello que ha sido dise­ñado y planificado en la virtualidad de los consejos de dirección de los variados, que no distintos, "grupos de comunicación". 

Todo esto forja un anillo que atenaza la mente, y que, en su im­placable tarea represora, resulta más eficaz, más barato y más "higiénico" que poner en marcha un servicio policial y paramilitar que vigile constantemente a las per­sonas para evitar que éstas comiencen a cuestionarse todo y pongan en peligro el andamiaje que, con tanto esmero, han puesto ante nuestros ojos aquellos que, en realidad, lo controlan todo o casi todo. 

Por eso es necesario que los españoles vuelvan a la política. Es decir, que los españoles tomen con­ciencia de cuál es su verda­dera situa­ción, qué es lo que el régimen espera de ellos, y cuál es el papel que el sistema les ha asignado: la situación de súbditos co­men­sales destinados a "tragar­se" lo que las diferentes indus­trias ("virtuales, ligeras y pesadas") les "cocinan" o preparan; el pro­pó­sito deli­berado, por parte del régimen, de tener animales "que no entiendan de polí­tica";  y el pa­pel de cuero sujeto a explotación laboral resig­nado a so­portar las crisis provocadas por esos "mer­ca­dos finan­cieros" que desatan los ataques especulativos contra las economías na­cio­nales y encima son quienes deter­rminan las condiciones para "ser cal­mados".

En estos momentos de crisis no es lícito adoptar una pose autista, ni "equidis­tante", ni mirar para otro lado porque "los políticos" sean re­pug­nantes. No es lícito con­sentir dar más poder al poder, ya que este sistema totali­tario esta­blecido, si parece tan sólido, es precisa­mente porque esconde su rostro tras la apariencia de­mo­crática y se asienta, principal­mente, en la apatía o famoso "pa­sotismo" de la gente. El pueblo español, cautivo y desar­mado "apo­líti­ca­mente" por los medios de manipula­ción, no es una na­ción de ciuda­danos sino una masa de súbditos "apolíticos" como la propia clase política espera de ellos, y no existe una "fuerza del tra­bajo" sino consumidores explotables y atomi­zados sin con­cien­cia de clase que tienen, como ejemplos a imitar, a todas las petardas que salen en televisión.

 

NACIONAL

NACIONAL

 

Catorce puntos sobre el NO de Irlanda

 

Juan Antonio Aguilar


«Ya no se adora al becerro de oro; ahora, lo que se adora, es al oro del becerro».

Que desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, pasando por los neoliberales, los progres y los nacionalistas de distinto pelaje, se coincida en apoyar el NO de Irlanda al Tratado de Lisboa para hacer avanzar la UE, nos hace rememorar tantos debates que ya tuvimos cuando se celebraron los referendos del anterior tratado.

El NO tiene demasiados padres para poderlo analizar globalmente y sacar conclusiones positivas.
Pero como estamos en un permanente «deja vu», dejo aquí algunos datos y reflexiones que espero sirvan para que las cosas se piensen un poquito y no seamos tan «alegres» ante ciertos acontecimientos políticos.

1) En los treinta y cinco años que lleva perteneciendo a la Comunidad Europea, Irlanda ha recibido más de 40.000 millones de euros, más del doble de lo aportado por ellos. Si han crecido y prosperado es gracias a la Unión Europea.

Colorario: lo coherente para ellos, quizás, es plantearse la salida de la Unión Europea, con un par de..., y no intentar estar en misa (cobrando de los fondos que todos pagamos) y repicando (¡nooo a la Europa de los buró­cratas!)

2) Por cierto, hablemos de burócratas: número de funcionarios de la Unión Europea: veintitrés mil cua­renta y tres -23.043-; cantidad de funcio­narios sólo en el Ayuntamiento de Madrid: veintiséis mil cuatrocientas dieciséis -26.416- (ver Anuario Estadístico del Ayuntamiento) ¿Hablamos de las Co­mu­nidades Autónomas? ¡Por favor, seamos serios!

3) Ha habido una absoluta falta de información sobre los contenidos del Tratado de Lisboa en el re­­fe­­réndum irlandés. En los trenes se podían encontrar papeletas que decían, poco menos, que Irlanda per­­dería su afa­mada neutralidad e independencia, que subirían la fiscalidad, etc. Vamos, como cuando el NO francés, que se decía era contra la entrada de Turquía... sólo que, ni entonces, ni ahora, era eso lo que se votaba.

4) A todos los que critican el Tratado de Lisboa les preguntamos: ¿Han leido el Tratado? ¿Saben de qué va? O acaso están ustedes repitiendo la demagógica retórica de los antieuropeístas. Pedimos un poco más de seriedad y menos tonterías. Pero es obvio que con tanto «fúrbo», folclóricas, «corazón», «rialiti chóu» y demás patochadas.. . qué se puede esperar del ciudadano de a pie: muy poco, por no decir nada.

5) Si exceptuamos la Política Agrícola Común, que consume la mitad del presupuesto comunitario y por la que sobrevive nuestro sector primario (que jamás sería competitivo por sí mismo en un mercado internacional abierto), nos queda un gasto irrisorio en comparación con los beneficios inherentes la integración europea, y la española es quizá la muestra más palpable de ello.

6) Hemos asistido a la peor gestión de un reférendum que se haya llevado jamás en la historia comu­nitaria. La misma semana del reférendum los cenutrios del Consejo de Ministros de Trabajo europeos aprobaron, por mayoría cualificada, la salvajada de proponer ampliar el horario de trabajo hasta las se­senta y cinco horas semanales y, encima, el mismo día del referéndum, autorizan la apertura de dos ca­­tulos de las negociaciones de adhesión de Turquía. Es que no se puede caer más bajo ni se puede ser más imbécil.

Pero hay que señalar que, votando NO, tampoco se impide que el capi­ta­lismo busque la ampliación de la jornada semanal ¿O acaso algún in­genuo piensa que estando fuera de la Unión Europea podríamos mantener la semana de cuarenta horas mientras todos los países de alrededor im­po­nen la de sesenta y cinco horas? Por favor, un poco de rigor y de sentido común... Lo que no arreglemos dentro de la Unión Europea, menos lo vamos a arreglar fuera.

7) La Irlanda que ahora se admira se ha convertido en un país de nuevos ricos desagradecidos con mas mercedes per cápita que en Baviera, con unos subsidios de paro que pueden llegar a 40000 euros anuales para una familia de dos hijos (incluyendo ayudas al alquiler y «child benefit») pero con unas in­fraestructuras tercermundistas y peor sistema sanitario que Kosovo. Es decir, que por tener 4 euros en el bolsillo se creen los amos del mundo cuando en realidad son una mala co­pia de Gran Bretaña y totalmente coloni­za­da por ella. No hay mas que ver las portadas de la prensa mas leída en Irlan­da (las ediciones regionales de los tabloides británicos) para ver que los irlandeses han sido utilizados por los conservadores británicos para darle un corte de mangas a la vieja Euro­pa. Por ejemplo, la portada del Irish Sun del domingo era una chica en «top less» con dos «Noes» tapándoles los pezo­nes y un lema que decía algo asi como «Dale a Europa lo que se merece».

8) Para los que pretenden ver en este NO una reivindicación sobre la Europa social ... Irlanda es un pais de mentalidad muy norteamericana y las prestaciones sociales son poquísimas ... Lo que se prima es el beneficio individual.

9) Pasotismo irresponsable. La participación en el referéndum ha sido bajísima y el NO ha salido con una diferencia de unos 100.000 votos. Evidentemente, esa diferencia no puede parar a 500 millones de europeos.

10) El único secreto del milagro irlandés es que tienen un impuesto de sociedades del 10% - en Espa­ña es del 35%- y muchas empresas irlan­desas no pagan nada durante ocho años, lo cual ha atraído a cientos de em­pre­sas americanas que, así, pueden competir deslealmente contra las em­pre­sas europeas (ejemplo Microsoft o Google). Ellos saben que su futuro de­pende de ello, y algunos grupos marginales les han metido miedo de que con el tratado eso iba a cambiar la fiscalidad privilegiada e iban a ser po­bres otra vez... Vamos, que nada de valores, libertad y democracia.

11) «Vence la democracia» dice el magnate Declan Ganley, uno de los principales promotores y finan­ciadores mas activos de la campaña del NO. Pero lo que hay que saber es que varias de sus empresas (implantadas en muchos paises de la UE) están estrechamente relacionadas con el complejo militar-in­dus­trial de EEUU (suministra material al Ejército estadounidense) y conexiones oscuras con los neo-conservadores de Bush.

Lease el artículo del INDEPENDENT http://www.independent.co.uk/news/ world/europe/declan-ganley-irelands-mysterious-mr-no-843559. html.

¿Entonces dónde están los verdaderos intereses de los que quieren la «ver­dadera» Europa?

12) Además, la causa neoliberal contraria al Tratado de Lisboa, que ha girado en torno al millonario Declan Ganley, ha estado coordinada desde un grupo de presión llamado Libertas financiado por ¡¡la CIA!!, como así lo ha re­conocido la propia prensa de Dublín.

13) La campaña del no ha consistido -como no podía ser de otra forma- en una extraña alianza de ideologías. Junto a Sinn Fein, están grupúsculos re­pu­blicanos como Coir que ha empapelado Dublín con carteles remi­nis­cen­tes de la rebelión irlandesa contra los británicos en 1916. También pelean en este bando partidos de corte marxista, asociaciones fundamentalistas cató­licas y grupos provida. ¿Quién es el padre del NO? ¿Todos? ¿Los ciu­da­danos? ¡No nos hagan reir!

14) Respecto a la «defensa» de la Europa social por parte de los irlan­deses bastan unas pocas perlas: ir al médico de familia son 60 eurazos, el primer ministro de un país de 4 millones de habitantes gana 300.000 euros mientras las carreteras son tercermundistas, los hospitales están con infec­ciones perma­nentes y hay gente en carritos por todas partes, las escuelas están controladas por la Iglesia y tienen que hacer colectas entre los padres para pagar la calefacción... Es gente que aunque han dado un salto in­creíble en su capacidad económica, desde el punto de vista de mentalidad, in­fraes­tructuras, servicios públicos, transporte, etc. están como España hace treinta o cuarenta años. ¿Culpa del Tratado de Lisboa?

Conclusión

En fin... No somos amigos de teorías conspiracionistas pero es evidente que en el tema de la Unión Euro­pea existen choques de intereses. Y no descubrimos nada nuevo si afirmamos que EEUU es con­trario y mueve sus hilos para poner trabas a ese proceso (observemos ahora el com­por­ta­miento del país más sumiso a los yanquis: la República Checa).

Y sobre la consideración que merecen los votantes, el ciudadano irlandés es como es, como el español, como el francés,... se deja manejar y como no se toma en serio esto de la Unión Europea se aprovecha para ir de protestón. Y así vota, efectívamente, contra la UE sin ser consciente de que está tirando pie­dras contra su tejado. ¿Acaso nos extrañamos de esto, con la cantidad de ejemplos que tenemos en la España nuestra?.

Si a estas alturas no nos damos cuenta de que la única forma eficaz de lu­char contra la Europa capi­talista es que primero ha de ser Europa, con un poder europeo, un Estado europeo y una ciudadanía europea, entonces no hemos avanzado nada.

Para muchos el NO parte de negar la Europa capitalista para concluir en la NO-Europa. Porque, por desgracia, la alternativa a la Europa capitalista no es la España, Francia o Irlanda socialista y revolucio­naria (lo que sería de­fen­dible), sino la España, Francia e Irlanda capitalista y liberal (que es lo que han defendido los del NO). Por tanto, separemos los planos:

- Europa ¿sí o no?

- Capitalismo o socialismo

De la segunda contradicción (la principal) no hay ni asomo de posibilidades de acometer en estos mo­mentos. Pero de la primera (secundaria) estamos en pleno debate y proceso. Resolvamos la primera contradicción y quedará más evidente la segunda.

NACIONAL

NACIONAL

Comunicado de la redacción de DisidenciaS ante las elecciones generales del 9 de marzo


El próximo 9 de marzo, los españoles están llamados a las urnas para elegir diputados y senadores. Quizás nunca hayamos asistido a una campaña más descarada para consolidar un bipartidismo asfixiante, corolario final de un Régimen nacido en 1978, que sigue necesitando de un “consenso” entre partidos políticos para sostener su “legitimidad” en medio de una democracia-farsa.

 

 

 

Ese Régimen, construido casi con el único fin de mantener viva la institución monárquica, ha precipitado en una progresiva destrucción del Estado, un grave proceso de desnacionalización de España y una creciente miseria moral en todos los órdenes de la vida. España vive una crisis estructural, de un pavoroso vacío de contenido, con las costuras rasgadas por la acción del neofeudalismo separatista y por la sumisión de la clase política y económica a intereses antinacionales extranjeros.

 

 

Por todo ello, el único voto que los disidentes del Régimen podemos considerar aceptable es aquél que, partiendo de una posibilidad REAL de incidir en la política nacional, actúe en contra de la tendencia actual de destrucción del Estado y de la Nación.

 

 

Ese voto sólo lo encontramos apostando -sin que ello suponga, dadas las abismales diferencias, concesión ideológica alguna- en la Unión para el Progreso y la Democracia (UPyD), nuevo partido dirigido por la exdiputada socialdemócrata Rosa Díez.

 

Quizás lo fácil hubiera sido promover abstenciones, votos nulos o a grupos más o menos marginales. Sin duda, recibiríamos menos críticas y conservaríamos una pretendida, pero falsa “pureza” contestataria, tan inútil como irresponsable en estos momentos de crisis de España. Pero frente al “partido único” del Régimen, optamos por la posibilidad (y sólo es una posibilidad) de abrir una brecha por la que el aire fresco de la regeneración nacional, sin ataduras reaccionarias, nos abra la oportunidad de poder vislumbrar una esperanza política nueva. Las misma que nos señaló, hace más de setenta años, Ortega y Gasset: “¡Españoles: Reconstruid vuestro Estado!”

 

 

 

El 9 de marzo, animamos a todos nuestros amigos y camaradas a apoyar a una opción que, desde la izquierda, afirma defender la idea de España y la igualdad de todos los ciudadanos de la Nación. Por la esperanza de que algo comience a cambiar, recomendamos el voto a UPyD. Cada uno perdemos muy poco pero se puede ganar mucho.

 

Consejo de Redacción de DisidenciaS

NACIONAL

NACIONAL

POBRE PATRIA

Mi pobre patria, aplastada por abusos del poder
de gente infame que no conoce el pudor,
se creen los dueños todopoderosos
y piensan que les pertenece todo
Los gobernantes, cuántos perfectos e inútiles bufones
en esta tierra que el dolor ha devastado
¿Acaso  no sentís nada de pena
ante esos cuerpos tendidos sin vida?
No cambiará, no cambiará
no cambiará, quizá cambiará
Y cómo excusarlos, las hienas en estadios y aquéllas
de la prensa chapoteando en el fango como cerdos
Yo me avergüenzo un poco y me hace daño
ver a los hombres como animales
No cambiará, no cambiará
no cambiará, quizá cambiará
Esperamos que el mundo vuelva a cotas más normales,
que pueda contemplar con calma el cielo
que nunca más se hable de dictaduras,
porque quizá tendremos que ir tirando
mientras la primavera tarda aún en llegar.

 
Franco Battiatio (Como un camello en un canalón, Emi, 1991)

NACIONAL

NACIONAL

LOS PATRIOTAS SOCIALISTAS NO TEMEN AL REFERÉNDUM
Juan Antonio Aguilar

Los amigos de la asociación identitaria Tierra y Pueblo (http://www.tierraypueblo.com) han publicado una interesante editorial titulada “¿Quién teme al referéndum?” donde se lamentan de una supuesta regresión de la denominada “área social patriótica” a la hora de afrontar la cuestión de los nacionalismos periféricos y sus propuestas independentistas. Es más, hacen hincapié en las posiciones que el autor de estas líneas hizo públicas en la revista “Tribuna de Europa” hace más de siete años al respecto del tema vasco.

El editorial de Tierra y Pueblo viene provocado por la creciente oposición de un amplio sector (en el que me encuentro) de los socialistas patrióticos ante el desafío independentista, en forma de referéndum, que el partido ultraderechista caciquil PNV tiene previsto convocar en Vasconia o el similar que los dirigentes de izquierdismo burgués (ERC) han propuesto para Cataluña.

No dudamos del revuelo que estas iniciativas del independentismo causen en el nacionalismo español (que no es sólo COPE y PP, sino casi toda la extrema derecha, las izquierdas definidas y buena parte de la socialdemocracia). Pero ningún revuelo entre los socialistas patriotas, que desde hace unos años venimos avisando de las terribles contradicciones que surgen al intentar combinar la construcción de un Estado Socialista con un identitarismo indefinido que, finalmente, no puede sino alinearse con las propuestas neofeudalistas del separatismo periférico. Sirvan estas líneas para, sin acritud ni revuelo, quede clara nuestra posición ante la reflexión que realizan desde Tierra y Pueblo. Muy brevemente:

  1. Sobre la convocatoria de referéndum. Ningún temor. España ha sufrido crisis mucho más graves y ha estado en situaciones históricas más peligrosas de las que ha sabido reponerse con esfuerzo y sacrificio. No va a ser distinto esta vez.
  2. La independencia, es decir, la creación de nuevas entidades estatales en Europa será una tragedia, que duda cabe, que pagarán tanto los que se marchan como los que se quedan, una nueva dificultad en la construcción europea y la risotada de nuestros enemigos históricos y los de la Europa unida.
  3. Negamos la tesis de que el resultado de cualquier referéndum pueda “evidenciar” ninguna realidad, sea cual sea ese resultado. En primer lugar, porque ya sabemos como las tecnologías de la desinformación en las partitocracias juegan con la opinión pública. Y en segundo lugar, porque dichas consultas nacen viciadas por el ambiente soft-totalitario que se vive en las comunidades gobernadas por los neofeudalistas.
  4. Finalmente, si debido a la debilidad del actual Estado español, los neofeudalistas consiguieran sus objetivos (apoyados, como siempre, por las potencias plutocráticas) “que les vaya bonito”. Sólo esperamos que actúen en consecuencia y con el mismo respeto, con las “minorías” españolas que residen en sus territorios, concediendo las pertinentes autonomías a los miembros de la nacionalidad española, el respeto a su identidad (lengua, costumbres, cultura, etc.) y su propio derecho a la autodeterminación. No sea que tengamos que acabar, parafraseando al neofeudalista Ibarretxe, a tortazos.

Dicho esto, vamos a quid de la cuestión.

El artículo “Euskal Herria en la encrucijada” que escribí en el número 22 de Tribuna de Europa fue –y ya lo he reconocido públicamente- un error, un inmenso error. Y lo único que lamento es que haya podido confundir a algún lector. Y fue un error porque partía de una situación ideal completamente subjetiva, en el que no analizaba la realidad material del fenómeno neofeudalista. Era un ejercicio bienintencionado de salvar un discurso identitario imposible con la realidad del Estado español.

Pero la realidad históricamente determinada es muy distinta y las contradicciones de esta realidad con aquél subjetivismo anulan, por completo, las tesis que expuse en Tribuna de Europa.

  1. Porque las fuerzas neofeudalistas (BNG, ERC, HB, CIU, PNV, ...) no representan ningún identitarismo ideal sino una REALIDAD material casi antagónica de un sano identitarismo que dirige un proceso contra el Estado español. Y es una realidad ligada absolutamente a las oligarquías dominantes y en consonancia con poderes plutocráticos internacionales. Y, hoy por hoy, es inviable “Un proyecto identitario y popular desligado de los intereses económicos de las oligarquías dominantes y de los poderes internacionales”. Esta REALIDAD no la quise ver cuando escribí el citado artículo.
  2. Un proyecto de vertebración nacional (española) que permita acometer, de forma unitaria, el desafío de la construcción europea es lo que sostenemos los socialistas patrióticos y es LO QUE NO QUIEREN, bajo ninguna forma, los neofeudalistas. Y la razón es sencilla: el neofeudalismo no actúa, en realidad, por la defensa de una identidad “no reconocida suficientemente”, simple discurso superestructural (ejemplos de barrabasadas que los neofeudalistas realizan contra la identidad de sus propios pueblos los hay para aburrir), sino por la construcción de un Estado propio.
  3. La esencia oculta (cada vez menos) del discurso de los neofeudalistas no es otra que el odio a España, responsable de la modernización que acabó con sus privilegios, fueros y prebendas feudales. Por eso la lucha contra liberales, luego contra los modernizadores de la Restauración, contra Primo de Rivera, abandonaron a la República, rumiaban contra el franquismo mientras aprovechaban su desarrollismo industrial y ahora contra centristas, socialdemócratas o conservadores. ¿Qué es lo que tienen en común todos estos actores de los dos últimos siglos de la historia de España? Solo una cosa: que eran españoles. Por eso es imposible un Nuevo Estado que ofrecería a los vascos la posibilidad de renovar su compromiso con España. Y en consecuencia, todo lo que viene a posteriori queda como pura ensoñación. Amplias cuotas de autogobierno YA las tienen, la unificación de los territorios históricos es una praxis diaria en ayuntamientos y diputaciones de Vasconia y Navarra, ninguna traba a los símbolos, la lengua, la educación y la cultura euskaldun,... sin que por parte de los neofeudalistas haya habido el más mínimo movimiento centrípeto de acercamiento a España, todo lo contrario. Un fenómeno que sólo se puede explicar porque el quid de la cuestión, tras el franquismo, no era un problema de identidad ya reconocida. Sino una enfermedad mucho más grave y de distinta naturaleza.
  4. La variable significativa que explica los movimientos centrífugos de los neofeudalistas no es otra que la económica, el poder plutocrático que permite a los nuevos barones feudales conservar unos privilegios alcanzados, generalmente, gracias a las plusvalías generadas por las políticas de los Estados en sus territorios. Obsérvese que tanto en el caso belga (flamencos), checoslovaco (Chequia), yugoslavo (Eslovenia y Croacia), italiano (Padania) o español (Cataluña y Vasconia), son las regiones económicamente más privilegiadas las que amparan potentes movimientos neofeudalistas, frente a las regiones “pobres”, “vagas” o “ladronas”. Por eso, cuando llega el momento de la verdad, todos estos independentismos adoptan políticas claramente conservadoras y antisocialistas. Y, por supuesto, lo mejor es evitar cualquier “encaje con el Estado” que les “saquea”. Para algunos, estas desigualdades de riqueza obedecen a supuestas diferencias “genómicas”, o sea, un hilarante racismo que, al menos en el caso español (que es el que más conozco) debía sonrojar a los que lo sostienen. Pero no nos engañemos, en el fondo lo que hay es puro clasismo de ricos, resentimiento de privilegiados que se ven obligados a repartir “su propiedad y su riqueza” con la chusma proletaria.

Por otro lado, sigo manteniendo de ese artículo una afirmación: “El nudo gordiano de lo que llamamos “problema vasco” es la deslegitimación del Estado español en Euskal Herría”. Pero esto es un problema español (y así lo decía entonces), de TODOS los españoles. Un problema en que a la torpeza de nuestro Estado se le sumó el acomplejamiento surgido de su propia falta de creencia en sí mismo y su misión histórica. La consecuencia fue la permanente cesión ante las oligarquías neofeudales (hasta en el propio franquismo, el de la España una, grande y libre).

Sólo será posible mantener la unidad de España, haciendo sentirla como propia a todos los pueblos que la componen, la han formando y la han proyectado en la historia, con sus lenguas, su pasado, y sus particularidades varias. Condición necesaria pero no suficiente. La única España posible pasa por la liquidación de los restos de épocas pretéritas y su lanzamiento como Estado unitario, potente y eficaz a las nuevas aventuras de la Historia. Y lo que el desarrollo histórico REAL, el desarrollo de las fuerzas productivas y de las masas deje atrás (desde la monarquía hasta las neofeudalidades), despidámoslo con honores y a seguir adelante.

Un adelante que llevará, que duda cabe, a la inmersión de España en las nuevas entidades supranacionales que aparecen en el horizonte futuro. No dudamos que el destino final de nuestra Nación, como la de las demás naciones europeas sea ceder su independencia y soberanía a una Europa futura unida. Como apoyaremos esa misma integración en los países de la América Hispana. Porque esos son los vientos que ahora mueven los molinos de la Historia. A ello nos aprestamos los socialistas españoles, no a pegar resoplidos en la dirección contraria, intentando que nuestro “valle” quede fuera, una vez más, de las tareas gloriosas de la Gran Política.

La época de los Estados-nación va pasando. Para nosotros porque queremos incorporarnos, como potencia, en la era de los Grandes Espacios del mañana; para eso necesitamos un gran Estado. Para los neofeudalistas, porque no pueden esconder sus deseos de volver al Antiguo Régimen, a formas estatales premodernas, lógicamente, sin la más mínima posibilidad de una resacralización de esas formas que las legitimaría. Construirán un gran circo compuesto de villas, señoríos, principados, condados y demás invenciones ancestrales. Son el retorno del Trono y el Altar, aunque el trono sea ahora un partido y el altar un balance macroeconómico.

Pero ningún temor. El basurero de la Historia está lleno de residuos que nunca sirvieron para alimentar la pujanza de los grandes imperios, residuos que se consumieron como la cera de una vela ante los rayos del Sol.

WWW.DISIDENCIAS.NET

 

NACIONAL

NACIONAL

Falacias del neofeudalismo: separatistas y separadores

Juan Antonio Aguilar

Decía Marx que la historia siempre se repite, pero como parodia. Y la mayor parodia del feudalismo medieval es el actual neofeudalismo de las "nacionalidades", "pueblos" y demás figuras del imaginario nacionalista separatista. Uno de los argumentos más perniciosos que diferentes secesionistas, regionalistas, nacionalistas y muchos identitarios han esgrimido de forma abusiva, es aquel que intenta poner en la misma balanza las actitudes separatistas y las "separadoras".

Resumiendo, el argumento viene a decir: "Ciertamente, el separatismo es pernicioso. Pero tanto como él, si no más, es la actitud de los separadores". ¿Quiénes son los separadores? Según los que sostienen esta tesis, serían aquellos que nunca han comprendido ni aceptado la identidad cultural de los distintos pueblos de la península, por su centralismo y uniformismo, buscando la asfixia de las diferencias identitarias y alimentando, de esta forma, a los separatistas, al arrojar hacia estas posturas extremistas a todos aquellos que se ven incomprendidos en su diferencia.

El argumento dentro de un análisis plano parece razonable. Pero realmente esconde una falsedad. Falsedad que se hace evidente cuando el análisis se inserta –como debe hacerse con los análisis sociopolíticos- en el marco histórico en el que se produce y en toda su dimensionalidad.

 

Brevemente:

1. La tesis de los "separatistas y separadores" es en el fondo una completa falacia, un razonamiento mal construido, conocido como "Falacia de la pendiente rebaladiza" mezclada con la "Falacia del tu quoque".
2. Por la primera, se pretende que no existen diferencias cualitativas o cuantitativas –en el marco históricamente determinado- entre la actitud de los separatistas y la de los separadores. Sin embargo, la realidad que observamos nos dice lo contrario: los "separadores" se limitan a sectores ultraminoritarios sin representatividad social o política, más bien marginales y sin poder de actuación (por ejemplo, muchos grupúsculos ultras que actúan de anticatalanes o antivascos). Por el contrario, los separatistas actúan sobre una base social y política que ha alcanzado una sobrerepresentación, con gran poder político, mediático, social y económico. Mientras los primeros no tienen capacidad alguna de imponer mínimamente sus posiciones, los segundos –los separatistas- están alcanzando una intensidad de agresión contra el Estado y contra la Nación española con gran potencial desestabilizador y con acciones violentas y coercitivas de las libertades y derechos de TODOS. En consecuencia, aceptar que se coloquen en el mismo plano a "separatistas y separadores" es un engaño manifiesto que sólo puede favorecer, lógicamente, al que más poder tiene: a los separatistas.

3. Por la segunda, tenemos una actitud defensiva de los separatistas que, a falta de mejores argumentos, pretenden acusar a los demás de sus mismas actitudes reprochables. Sin embargo, la realidad nos enseña que: mientras los "separadores" no pintan nada, ni tienen eco social o político, y se limitan al comentario borde en el bar, en algún medio marginal o haciendo algún graffiti, los "separatistas" revientan actos, cometen agresiones, amenazan, legislan, recortan derechos y libertades, dominan medios de comunicación de gran alcance, tienen infraestructuras políticas y económicas potentes (basta repasar las subvenciones públicas que reciben), etc. Cuando el separatista afirma que "él también es víctima se los separadores" nos está tomando el pelo intentando, falazmente, hacernos sentir culpables a todos los demás de las "agresiones" que ellos reciben, cuando con un mínimo de honradez intelectual, es evidente que una y otra situación son incomparables.


Espero que esta breve reflexión sirva para no caer en la trampa saducea de los que de "buen rollo" parecen tener una posición equilibrada, equidistante, racional, entre "separatistas y separadores".
No existe tal equilibrio y equidistancia. Es una engañifa basada en argumentaciones ridículas, cuando no con intenciones ocultas. El "separador" es un subproducto del pasado, marginal, sin recorrido posible, casi una anécdota en la sociedad que vivimos y con la misma capacidad de actuar que la de un vulgar gamberro. El "separatista" es un producto de una ideología ultrareaccionaria, neofeudalista, con un gran poder de actuación y con un único objetivo: dar marcha atrás al reloj de la Historia, volver a los reinos feudales como única forma de autoafirmación y destruir, en consecuencia, los resultados de cientos de años de historia común y de su más alto logro, la existencia de un Estado en el que todos nos reconocemos iguales en derechos y deberes, y con personalidad propia en el mundo frente a la avalancha –está sí muy actual- de la ideología mundialista del capital.
Ni una concesión más a los neofeudalistas.

NACIONAL

NACIONAL

Lo que significa el secuestro de «El Jueves»

Pepe López

 

El semanario-tebeo porno-satírico «El Jueves» ha visto secuestrado su núme­ro en cuya portada aparecía retratada una Princesa de Asturias a cuatro patas penetrada por un Príncipe de Asturias que, cínicamente, comentaba lo que podría sig­nificar para él, para Don Felipe, los dos mil quinientos euros que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha re­suelto entregar por cada nacimiento, si ella, doña Leticia, quedaba «preñada». No estará de más advertir que, gracias a este episodio del secuestro de «El Jueves», la medida pro-natalidad de ZP ha superado su naturaleza electoral y su dimensión asistencial, para convertirse en una medida de repercusión mayor en el espacio y en el tiempo.

Pero no vamos a entrar en disquisiciones sobre los motivos particulares y las maniobras que puedan esconderse tras la iniciativa fiscal y judicial del se­cuestro. Esto no nos debe interesar demasiado porque no es lo más im­por­tante. Ya sabemos que la mayoría de personajes que protagonizan la vida pública se conducen por objetivos a corto plazo y con cálculos bien cortos de miras. Tampoco tiene sentido quejarse cuando se ha abrazado este modelo social, pues ya nos en­contramos en la fase de su aceleración, y es de lo más natural que las personas inmersas en esta fase no vean más allá de sus narices.

De lo que debemos ocuparnos es del verdadero debate abierto con el chiste y el secuestro de «El Jueves», y, cómo no, de los falsos debates lanzados por los corifeos del régimen para enredar, desviar la atención y minimizar los posi­bles daños. Obligación de cualquier español adverso al régimen de la Mo­narquía Parlamentaria, o por lo menos aman­te de la salud pública, es la de contrarrestar esos enredos y «desviaciones» en la medida de sus posibi­li­dades.

Veamos:

1) El secuestro de esta publicación porno-satírica no ha «abierto el debate sobre la censura». Esto es lo que repiten los editores y fieles asa­lariados del Cuarto Poder del régimen, y todo el coro de imbéciles que los secundan sin cobrar. El secuestro de «El Jueves» ha abierto el debate sobre la oculta autocensura en la España juan­carlista y la falsedad del discurso oficioso y popular sobre que «vivimos en un país libre donde no hay lími­tes a la libertad de expresión» ya que «no hay censura como había con Franco». Con el secuestro judicial de «El Jueves» se demuestra no sólo que existe censura en la España Cons­ti­tucional, sino que los portavoces del Poder Legislativo, del Poder Ejecutivo, del Poder Judicial y del Poder Mediático han estado dando la sen­sación engañosa de que no había límites a la libertad de ex­pre­sión. Bien, ya han visto todos que las hay. A partir de este momento no podemos tolerar que nadie nos diga que en el régimen establecido en España no existe la censura.

2) La cuestión principal de la caricatura sobre los Príncipes de Asturias no es la formalidad del «derecho a la liber­tad de expre­sión» sino censurar el papel y los privilegios de la Corona sobre la nación española. Hemos de aten­der también esta cuestión porque los apo­logistas del régimen, de nuevo, han enredado a los españoles con la cortina de humo de los «límites de la libertad de expresión» cuando lo que queremos dis­cutir es porque demonios tenemos, los españoles, que aguan­tar y cargar con los reyes, los príncipes, los infantes y toda su parentela. Así pues, no trate­mos de defender la divulgación de las caricaturas dejándonos en­re­dar en un debate sobre los «límites de la libertad de ex­pre­sión», pues sería tan estúpido como tratar de de­fen­der las caricaturas por su «valor artístico». No, no, no, no: el valor y el impacto de esta caricatura no se la damos ni por sus valores esté­ticos ni por los derechos sacrosantos de esa o cualquier otra publica­ción, sino por el valor y el impacto de la situación realmente injusta (y nunca mejor dicho realmente) que de­nuncia: los privilegios de los Borbones. Si la caricatura ha adquirido valor tanto para detractores como para defensores es por el mismo motivo: por su posible daño y repercusión en el cuestionamiento del papel de la Monarquía. Mientras para unos es una institución a defender, y andan discutiendo sobre si la medida ha sido inteligente o torpe, correcta o incorrecta en fun­ción del valor que las dos facciones del mismo bando (el bando de los realistas parlamentarios) quieren defender (por lo menos formal­mente) para otros españoles, por contra, esto ha tenido valor porque estamos hasta la coronilla de la Corona y queremos acabar con ella.

De igual manera que la cuestión principal del puñetazo, el «te pego leches» y el tartazo de los Ruiz-Mateos a Miguel Boyer no era el «derecho» de cualquier individuo a dar puñetazos, lanzar amenazas y pringar de tarta a quien le viniera en gana, sino denunciar el robo y el no menos latrocinio de la reprivatización de Rumasa por parte de los gobiernos de González. En tanto que Boyer era uno de los prin­ci­pales responsables de aquel abuso gubernamental, se merecía, como mínimo, el puñetazo, el «te pego leches» y el tartazo.

3) Asimismo, el secuestro judicial revela que existe un agravio com­pa­rativo con el resto de los españoles. No podemos permitir discusiones sobre si el chiste era zafio o no (que lo era sin duda), o si era deni­gratorio o no para las personas retratadas (que también lo era, por mucho que esto lo nieguen formalmente en «El Mundo» o en «El País»). Cual­quier persona puede apreciar que para una mujer, es zafio y denigrante retratarla siendo penetrada como una cuadrúpeda. Quie­nes niegan este extremo lo hacen para encubrir y minimizar daños (o para quedar «guay» de liberales). No señor. Se trata de discutir por­qué tenemos que soportar el resto de los españoles una situación jurí­dica donde, si somos objeto de imágenes denigratorias hacia nuestras personas, nos veamos obligados a pagar abogados y procuradores para interponer querellas privadas y depositar fianzas, mientras que los Borbones gozan del privilegio que la Admi­nis­tración de Justicia o el Fiscal del Estado actúan de oficio para proteger su imagen o su presunto honor. No menos oportuno es señalar también lo chocante de un panorama nacional donde, mientras la Televisión estatal compite en zafiedad y escenas deni­grantes con la privada, un dibujo zafio y denigratorio se castigue porque va dirigido contra uno de los protectores (y beneficiados) de ese panorama nacional.

4) Hay que insistir, por último, en la defensa del carácter ofensivo y dañino de las caricaturas, frente a los intentos de una parte de los corifeos del régimen de defender el derecho a su presencia a través de la desvalorización o des­natu­ralización de su carácter y su impacto ofensivo para una institución del régimen. Ha sido, por ejemplo, la postura edi­to­rial de «El Mundo», que no considera inteligente el se­cuestro porque ha multiplicado el daño para la Monarquía (dejamos de lado los motivos particulares de un diario que le tiene ganas al juez que procedió al secuestro, ya que es el mismo juez que se encargó de la instrucción del 11-M). Pero muchos otros de los medios ri­vales, como «El País», han mantenido una línea próxima: criticar el secuestro por ser una medida des­pro­por­cionada e innecesaria para defender la imagen de la Corona. Es decir, todos ellos están defen­diendo la ins­titución monárquica, pero lo que sostienen es que la mejor mane­ra de afron­tar un ataque a la Monarquía no es censurar judicialmente la ofensa publicada, sino levantar un muro de silencio sobre ella para ahogarla (es decir: censurarla mediá­tica­mente). La «fiel infantería del Cuarto Poder» (fiel a sus jefes y a sus com­pro­misos, que nadie lo dude), hace lo que siempre ha hecho: tratar que el impacto de la pro­testa, de la de­nuncia, de la crítica o del pataleo contra institu­cio­nes y comportamientos inaceptables consustanciales al régimen se diluya en el pantano de la «gran cere­monia de ruido inocuo» para ese mismo régimen, que es, en definitiva, el fin último del famoso «de­recho a la libertad de expresión» de los débiles y del montón: hacer que sus palabras e imágenes pierdan todo su valor y su impacto real.