ORIENTACIONES
La desmotivación de las «juventudes»
(Rescatamos un artículo publicado en «La Conquista del Estado», firmado por «Ferro». Aunque nosotros no confiamos en presuntos «designios históricos» ni en «regeneraciones espontáneas» de ningún tipo, veinte años después tenemos aún más motivos para preguntarnos lo mismo que el autor.
Es notorio que nos hallamos en una época de desengaños y contradicciones, de concepciones demolidas y cambios rotundos, de morales hundidas y de febril afán antagonista. Una época dominada por la atoxia de los hacedores de esta "nueva sociedad", infames leguleyos que con el martillo de Nietzsche critican el filosofar mientras (cuán grande es su hipocresía) no cejan en su intrigar por imponernos las nuevas costumbres.
De todas estas subversiones pronto destaca la dejadez en que se encuentran las juventudes, sabiamente entregadas a los brazos del dios de los sueños, Morfeo. Los políticos y sus “maniobradores” han ido creando mil mitos con los que distraer a los jóvenes, mil superficialidades que roben a cada momento su atención, que nublen continuamente su espíritu critico. Resulta, en efecto, alarmante que la rebeldía de las juventudes brille hoy día por su ausencia; poco, muy poco, parece quedar del talante disconforme, crítico y superador que en otro tiempo les caracterizara.
Desde luego revolución ya no es una palabra en labios de los jóvenes. Vuelve a ser expresión de un esquema obsoleto en bocas de izquierdistas. Ya no hay que temer a la Revolución. Se ha llegado a una simbiosis democrática que esgrime, como primer argumento y condición, la negación de dogmas políticos propios, tanto de derechas como de izquierdas. ¿Hay quien se atreva a negar la prosperidad que disfruta el gran capital con los llamados "socialistas"? Las izquierdas saben como beneficiarse copiosamente de la Banca, olvidando pretéritas vindicaciones; las derechas parecen estar tranquilas mientras no peligren sus privilegios, y todo lo que no les rinda beneficios no merecerá su "leal oposición" en el Parlamento. Y así vemos la gran algarada que montan las derechas cuando en una nación lejana como Perú, se decide nacionalizar el servicio de crédito. Por su parte, las izquierdas aún enarbolan su tan mermada capacidad revolucionaria. Confiad, pues, políticos todos, vuestro bienestar a la tranquilidad que os otorgan tan merecidas poltronas; seguid velando el sueño de la Nación, no hay peligro pues ¡Por fin! parece ser que no habrá revolución alguna.
Cabe preguntarse qué sucede con las juventudes. ¿Es causa de su desidia la abulia? ¿Les invade acaso el tedio? Son, esto sí es claro, negligentes en grado extremo. El limbo, el onírico estado al que han relegado el alma de las juventudes, ha sembrado, en éstas, una pesada languidez, un repulsivo aburrimiento que las hace despreocuparse de todo y de todos. Triunfa el ególatra y el egoísta, es el tiempo del individuo sobre la comunidad; prima el individuo sobre la persona.
Pero más allá: ¿Desidiosos o abúlicos? Lógico es que su falta de aplicación (su inerte trayectoria) sea originada por lo que las marca: su ausencia de voluntad. Quizás deberíamos haber señalado antes este aniquilamiento de la voluntad, pues ésta es la raíz última de la sumisión juvenil. El consumismo arrollador, la tolerancia de esta izquierda derechista, el letal adormecimiento que dosifican los medios de difusión de masas y el creciente nivel de vida para demasiados jóvenes ociosos, son factores determinantes en la anulación de la personalidad, imponiéndose una identidad común sobre las cualidades diferenciadoras de cada persona. Eliminada la potencialidad volitiva del sujeto, el carácter y la personalidad se pierden en pos de un esquema único. El embrutecimiento es tal que, siendo los hábitos y costumbres de los jóvenes idénticos, éstos se ven arrastrados por un servil egoísmo que les llevará a ese desprecio generalizado del que antes hablábamos. La mayoría de los jóvenes emplean sus cinco sentidos tal y como les adoctrinan, la mayor parte son copias tediosas, y su fastidio y repugnancia les hunde en el más despreciable de los engreimientos. Tan vanidosos que acentúan su condición brutal haciendo oídos sordos a la politicidad que caracteriza a la especie humana, afianzándose en el "yo y mis apetencias".
Nos encontramos, tras este rápido análisis con una cuidadosa maniobra de las oligarquías dominantes. Los que se encuentran sumergidos en el citado proceso de aburguesamiento nunca acertarán a ver que se oculta tras el deleite que se les ofrece. De todas formas, esta aparente felicidad no durará más tiempo del que les permitan los inmutables ciclos históricos.
Predecir la crisis del trágico sueño, de esta placentera concordia -la simbiosis democrática antes mencionada- que es la gran culpable; augurar el final de tan nefasto bienestar no es tarea difícil. El ciclo demoliberal se acerca a su crepúsculo. El protagonismo de las juventudes en el final del somnífero letargo es indudable, si bien estará notablemente rebajado por la amnesia que empantana sus ánimos. De un modo u otro quedarán involucrados, les guste o no les guste. Su participación vendrá cuando se pregunten qué será de ellos mañana, o cuando vean la crispación de los millones de compatriotas rebajados a la indigencia o a la indignidad. Quizás el primer conato del resurgir rebelde en los jóvenes, ocurra cuando éstos reclamen hacer algo por sí mismos y se les niegue.
Indefectiblemente, las juventudes comprenderán que han sido drogadas, que aunque no lo creyeran había algo más que una jarra de cerveza, una sonrisa fácil o una burla de todo. Por designio histórico, generacional, las juventudes están llamadas a ser las artífices de su propio destino, es espíritu genitivo de un Nuevo Orden.
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