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orientaciones

Cultura

DisidenciaS Nº 10

DisidenciaS Nº 10

 

DOSSIER: ¿Una gran guerra para salir de la crisis?

240 páginas, 21 x 15 cm.
Cubierta con solapas, impresa a todo color y plastificada brillo
P.V.P.: 12 € + gastos de envío.
ISSN: 1888-8151

SUMARIO DISIDENCIAS Nº 10

EDITORIAL:
El final de la cuenta atrás

IDEAS
Heidegger y la singularidad de Auschwitz (Respuesta a Farías, Faye y Quesada, II). Jaume Farrerons
Los agujeros negros del Régimen: ¿Es la seguridad nacional un factor de estabilidad en España?. Diego Camacho López-Escobar

ALTERNATIVAS
El plan B. Jorge Verstrynge
¿Se le agotan las pilas a la megamáquina?. AEREN

DENUNCIA
Facebook, el Gran Hermano y el Sistema. Juan A. Aguilar

DOSSIER: ¿Una gran guerra para salir de la crisis?
Crisis sistémica en la economía: la desarticulación geopolítica global. GEAB
¿Por qué el capitalismo nos lleva a la guerra?. Manuel Freytas
La guerra para salir de la crisis se va concretando ¿Morir por Beluchistán?. Ernesto Milá
Rusia, clave de bóveda del sistema multipolar. Tiberio Graziani

ORIENTACIONES
LIBROS. PROTECCIONISMO y economías de gran espacio. Redacción
LIBROS. «Traficantes de Salud» y «La Salud que viene», de Miguel Jara. Pepe López
LIBROS. Ritmos negros, scooters y chicos con trajes. Antonio Brea
CINE. La batalla de Hadiza. Redacción

Artículo de Diego Guerrero CENSURADO en El País. Diego Guerrero
MANIFIESTO Por la reforma del Estado de las Autonomías.

DisidenciaS Nº 9

DisidenciaS Nº 9

DOSSIER: 20 Años de la caída del Muro: el retorno de Rusia


276 páginas, 21 x 15 ctm.
Cubierta con solapas, impresa a todo color y plastificada brillo
P.V.P.: 12 € + gastos de envío.
ISSN: 1888-8151

SUMARIO DISIDENCIAS Nº 9

EDITORIAL
Nación humillada. Pueblo indigno

IDEAS
Heidegger y la criminalización del fascismo. (Respuesta a Farías, Faye y Quesada). Jaume Farrerons
Pensamiento disidente iberoamericano: el Congreso de Filosofía de 1949. Alberto Buela

ALTERNATIVAS
Meditación sobre el cambio. José Luis González

DENUNCIA
Un criminal políticamente correcto: Eisenhower. Colectivo Atenas
¿Qué ha pasado en Honduras? Análisis de un golpe. Manuel Freytas

DOSSIER: 20 Años de la caída del Muro: el retorno de Rusia.
Una aproximación a la sociedad y la cultura en las repúblicas comunistas (1945-1991). Eduardo Balmaseda Villarrubia
Geopolítica de la Rusia postsoviética. Silvia Marcu
Rusia en el siglo XXI. Tiberio Graziani
Europa hasta Vladivostok. Jean Thiriart

ORIENTACIONES
LIBROS: Mañana el decrecimiento. Pensar la ecología hasta sus últimas consecuencias, de Alain de Benoist. Ernesto Milá
LIBROS: A las Armas. Reclutamiento y Servicio Militar en España, desde sus orígenes hasta nuestros días. Redacción
LIBROS: Enseñantes socialistas: de la clandestinidad al poder. Antonio Brea
CINE: 11 de septiembre de 2001: Engaño global, de Massimo Mazzucco, Redacción

Obama, Premio Nóbel de la Paz: «Creo que no me lo merezco». Juan A. Aguilar
Digamos No al cierre de la Fundación Sánchez-Albornoz. Redacción

CULTURA

CULTURA

DisidenciaS Nº 8

DOSSIER: La esencia ideológica de la crisis económica
 
224 páginas, 21 x 15 ctm.
Cubierta con solapas, impresa a todo color y plastificada brillo
P.V.P.: 12 € + gastos de envío.
ISSN: 1888-8151

SUMARIO DISIDENCIAS Nº 8

EDITORIAL
Los grandes debates, ausentes en el país del astracán.

IDEAS
- Separatismo e imperialismo en el siglo XXI.
James Petras
- La población americana en 1492.
Ángel Rosemblat
- La reforma de la mentalidad moderna.
René Guenón

ALTERNATIVAS
- La regionalización de los mercados como factor de integración geopolítica.
Tiberio Graziani
- El nuevo ejército represivo del Sistema: los medios de comunicación.
Manuel Freytas
- España en su laberinto.
Diego Camacho López-Escobar
 
ENTREVISTA
- Entrevista al profesor Santiago Niño Becerra. El crash que se avecina.
Juan A. Aguilar
 
DENUNCIA
- La falsa historia del bombardeo atómico a Hiroshima y Nagasaki.
Alfredo Embid
- Las últimas palabras de Saddam Hussein.
Mahdi Darius Nazemroaya
 
DOSSIER: La esencia ideológica de la crisis económica
- El financiarismo, estadio supremo del capitalismo.
Alexander Duguin
- El imperialismo internacional del dinero.
Alberto Buela
- BANKSTERS.
Jorge Verstrynge

ORIENTACIONES
- Juan Asensio o la conciencia de la literatura.
José Luis González Ribera
- LIBROS: La Patria Libre. El semanario de la ruptura.
Enrique Uribe
- LIBROS: Giménez Caballero, visto sin prejuicios.
Antonio Brea
- LIBROS: Kosovo. La semilla del odio.
Juan A. Aguilar
- Ideas para tiempos confusos.
José Luis González Ribera

INFORMACIÓN Y VENTA:

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Teléfono: 619 482 473 
Fax: 91 541 25 26 

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OTRAS NOVEDADES DISPONIBLES:

La Patria Libre
El semanario de la ruptura

Autores: Ramiro Ledesma Ramos, Ernesto Giménez Caballero, Emilio Gutiérrez Palma,…
Compilador: José Manuel Jiménez
Estudio preliminar de Gabriel Server

Ediciones Barbarroja
Madrid, 2009
Formato: 17 x 24 ctm.
272 páginas. Ilustrado
Cubierta a color con solapas, plastificada con brillo.
P.v.p.: 20 €

Uno de los episodios más sobresalientes de la breve, pero intensa, historia del nacional-sindicalismo durante la Segunda República fue sin duda la tentativa de escisión en el seno de la Falange Española de las J.O.N.S. liderada por Ramiro Ledesma Ramos en enero de 1935. Los escisionistas crearon un órgano de propaganda jonsista titulado La Patria Libre cuyo contenido defendía la oposición al Jefe Nacional y presentaba una alternativa frente al falangismo.

En general, sin ocultar estos hechos, la historiografía se ha preocupado poco de estos temas que ocupan pocas páginas en la mayoría de los ensayos sobre la historia del fascismo español, tratándolos como simples peripecias. Hasta finales de los años sesenta la propaganda del régimen, desde la prensa hasta los libros escolares, destilaba año tras año la misma historia oficial silenciando los conflictos internos y obedeciendo al mito oficial y artificial de la trayectoria triunfal, mesiánica y sin rozamientos de la revolución nacional-sindicalista.

Ahora se nos ofrece pues la ocasión de descubrir la totalidad de los siete números publicados cuyo interés documental para la historia del fascismo español es innegable.

INFORMACIÓN Y VENTA:

Telf.: 687 156 184
Correo electrónico: info@disidencias.net
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DESCÁRGATE ANUNCIO A COLOR EN FORMATO A4: http://www.ramiroledesma.com/info_libro_lpl.pdf

TAMBIÉN DISPONIBLE, ENTRE OTRAS, EN LAS SIGUIENTES LIBRERÍAS:

- Librería Barbarroja

- Casa del Libro

- Castellana 45

- Gabriel Molina

- Marcial Pons

- Fahrenheit 451

- Iberlibro

 

CULTURA

CULTURA

DisidenciaS.

Revista de Ideas, Cultura, Alternativas.

228 páginas, 21 x 15 ctm.

Cubierta con solapas, impresa a todo color y plastificada brillo

P.V.P.: 12 euros + gastos de envío.

ISSN: 1888-8151

 

SUMARIO DISIDENCIAS Nº 7

 

EDITORIAL

- Tiempos nuevos, tiempos salvajes.

 

IDEAS

- La obsesión antiamericana. Dinámica, causas e incongruencias.

Eduardo Balmaseda Villarrubia

- Alasdair MacIntyre, o de la ambigüedad de la tradición.

Adriano Scianca

- Friedrich List: Poder Nacional en las raíces del pensamiento de Perón.

Luis Edgar Schmid

- La dinámica de la economía de mercado.

Jesús Albarracín

 

ALTERNATIVAS

- Notas sobre el problema energético, el decrecimiento y las convergencias políticas.

Alain de Benoist

- Una visión de la crisis.

José Luis González Ribera

- América indolatina y Eurasia: los pilares del nuevo sistema multipolar.

Tiberio Graziani

 

ENTREVISTA

- Alberto Vázquez Figueroa. Lo de Gaza es un crimen sin justificación alguna y creo que es lo peor que ha podido hacer Israel”.

Juan A. Aguilar

 

DENUNCIA

- Agresión sionista en Gaza: una puesta a punto sobre el sionismo y Palestina”.

Coordinadora Proyecto Eurasia-CPE (Italia)

 

DOSSIER: España y la reconstrucción del Estado

- El Estado contra la razón liberal.

Juan A. Aguilar

- Jesús Neira en el Ateneo de Madrid: tocando el nervio del Estado.

Jesús Neira

- El error Berenguer.

José Ortega y Gasset

 

ORIENTACIONES

- Libros. La Fuerza de la Tradición (nº 1).

Eduard Alcántara

- Libros. El drama de la Formación de España y los españoles.

Antonio Brea

- Libros. El Gran capitán. Gonzalo Fernández de Córdoba.

Enrique Uribe

- Libros. Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938).

Antonio Brea

- Libros. Un nuevo martillazo de Gustavo Bueno. “El mito de la Derecha”.

Juan A. Aguilar

- Cine. La conjura de El Escorial.

Guillermo Racafort

 

INFORMACIÓN Y VENTA:

www.disidencias.net - Correo electrónico: pedidos@disidencias.net

Teléfono: 659 25 25 35 -- Fax: 915 412 526

CULTURA

 

 

 

236 páginas, 210 x 150 mm.
Cubierta impresa a todo color y plastificada brillo.
P.V.P.: 10 euros + gastos de envío.

ISSN: 1888-8151

SUMARIO DISIDENCIAS Nº 6

EDITORIAL

La fiesta se acabó.

 

IDEAS

En busca de los valores perdidos.

Alfredo Amestoy

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del ecologismo.

Pedro Prieto

Lo políticamente correcto y la metapolítica.

Alberto Buela

La diferencia entre Unidad y Uniformidad.

E.F. Schumacher

 

ALTERNATIVAS

El incierto futuro de la unidad europea.

José Luis González Ribera

Existencias agitadas (con notas sobre el consumismo)

Eduard Alcántara

 

ENTREVISTA

Luis del Pino: "Ni ETA ni Al Qaeda, el 11-M fue un golpe de Estado"

 

DENUNCIA. La censura ataca de nuevo:

Operación Sarkozy Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa.

Thierry Meyssan

 

DOSSIER: Crisis económica... La fiesta se acabó

Diario presente y futuro de una crisis.

Santiago Niño Becerra

La crisis: datos y disparates.

Roberto Centeno González

La crisis “a la española”: características singulares de una crisis global.

Antonio Manzano

 

ORIENTACIONES

Libros: Por los caminos del Adiós.

Enrique Uribe

Libros: República Nacional Española.

Juan A. Aguilar

Música: Años Sesenta. La Primera Edad de Oro del Pop Español.

Antonio Brea

Teatro Clásico: Edipo rey.

Sara Fernández Zurita

Ejercicio literario: La importancia de las margaritas.

José Luis González Ribera

CULTURA

CULTURA
A PARTIR DEL 14 DE ABRIL DISPONIBLE EL Nº 4 DE LA REVISTA DISIDENCIAS
Revista de Ideas, Cultura, Alternativas
200 páginas, 210 x 150 mm.
Cubierta impresa a todo color y plastificada brillo.
P.V.P.: 10 euros + gastos de envío.
INFORMACIÓN Y PEDIDOS:
Correo electrónico: pedidos@disidencias.net
Teléfono: 647 201 034 - Fax: 915 412 526
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SUMARIO DISIDENCIAS Nº 4
 
EDITORIAL
Elecciones 2008: La metamorfosis del Régimen para sobrevivir
IDEAS
- Guerra total y guerra asimétrica en el siglo XXI.
Jorge Verstrynge Rojas
- El progresismo como optimismo vacío.
Alberto Buela
- Nietzsche y sus “recuperadores”.
Giorgio Locchi
ALTERNATIVAS
- Ideas para una nueva Inteligencia del Estado.
Diego Camacho y Fernando J. Muniesa
- La huelga como creadora de otro sentido.
Carlos Chino Fernández
- El rico patrimonio artístico religioso aragonés que se niega a devolver Cataluña.
Jorge-Fernando Español
DOSSIER: 200 años del 2 de Mayo
- La Guerra de la Independencia: consideraciones sobre un conflicto.
Emilio de Diego
- Dos de Mayo de 1808. ¿El Grito de Una Nación?
Arsenio García Fuertes
- Guerra de Independencia: el papel fundamental del Ejército, un olvido injustificable.
Francisco Manuel Vela Santiago
- Bicentenario de la Guerra de la Independencia. Uso y abuso de la Historia.
Francisco Martínez Canales
- Los poetas del Dos de Mayo.
Colectivo Atenas
- Canciones de la Guerra de Independencia.
Colectivo Atenas
- Bandos y proclamas de una guerra patriótica.
Colectivo Atenas
ORIENTACIONES
- Música. Un trovador llamado Amancio.
Antonio Brea
- Cine. La pesadilla de Darwin de Hubert Sauper.
Eduardo Balmaseda Villarrubia
- Cine. Una verdad incómoda.
Eduardo Balmaseda Villarrubia
- Libros. Nuevo proyecto editorial. Colección La Fuerza de la Tradición.
Redacción
- Cuando Einstein dijo «no».
Herminio Redondo
- Encuesta Disidente: Tu opinión nos interesa.
Redacción
A LA VENTA EN LAS SIGUIENTES LIBRERÍAS:
Librería O' Henry. C/ Zurbano, nº 52 - 28010 - Madrid. Metro: Iglesia [línea 1] y Rubén Darío [línea 5]
Librería Gabriel Molina. Travesía del Arenal, nº 1 - 28013 - Madrid. Metro: Sol [líneas 1, 2 y 3]
Librería Castellana 45. Paseo de la Castellana, nº 45 - 28046 - Madrid. Metro: Gregorio Marañón [líneas 7 y 10]
Librería Moncloa. C/ Meléndez Valdés, nº 65 - 28015 - Madrid. Metro: Moncloa [líneas 3 y 6]
Librería Céfiro. C/ Virgen de los Buenos Libros, nº 1 - 41002 – Sevilla. A 25 metros de Plaza del Duque
Libreria El Giraldillo. C/ San Fernando, nº 7 - 41004 - Sevilla. Frente a la Pta. del Rectorado de la Universidad
Librería Oliam. C/ Álvarez Quintero, nº 17 - 41004 - Sevilla. A 20 metros de Plaza del Salvador
Librería Fahrenheit 451. C/ Tórtola, nº 34 - 18014 - Granada. Barrio de Los Pajaritos
Librería Ateneo. C/ General Martí, nº 7 - 45005 - Toledo. Junto al Hospital Virgen de la Salud
Libreria Maribel. C/ Gil de Jaz, nº 5 - 33004 - Oviedo. Frente al Hotel Reconquista

CULTURA

CULTURA

La ofensiva del 'Brunete mediático'. La Derecha, del 'Complejo' a la Re­con­quista'
Por Carlos Ramiro

Toca hablar, por oportuno y ne­ce­sa­rio, del fenó­meno de la cre­ciente beli­ge­rancia del frente me­diático-cul­tural de la «de­re­cha» es­pañola, es decir, del núcleo mediá­tico más liberal-con­servador del ré­gi­men. Una be­li­ge­rancia que (pocos lo niegan) es cada vez mayor, y aumenta para­le­la­mente a la cre­ciente «acritud» mos­­trada por el principal partido de oposición al gobierno de Rodríguez Zapatero (pues el único partido co­no­cido que es opo­si­­ción al régimen está ilegalizado o pseu­do-­lega­li­zado y siem­pre se ha mostrado «con mucha más acri­tud» in­clu­yendo incendios, secuestros y asesinatos).

A) Punto de partida

Pero antes de entrar directamente en el tema, hemos de recordar una poderosa «circunstancia» que forma parte del «nosotros» como espa­ñoles de finales del segundo milenio y principios del ter­cero. Y es que todos los que contamos con más de veintitantos años, nacimos y crecimos en un mundo in­merso en el enfrentamiento entre el Este comunista y el Oeste democapitalista. Esta cir­cunstancia afectó al mundo entero. Y aunque en unos países el enfrentamiento fue mucho más sentido o más patente que en otros, in­cluso los es­tados más notables pertenecientes al movimiento de «Países No Ali­neados» se vieron muy presionados y con­di­cionados por la dialéctica de la Guerra Fría.

Una dia­léc­tica que, nadie se olvide, no sólo de­ter­mi­naba la «diplomacia» y la «estrategia militar», sino que implicaba una con­fron­tación ideológica, polí­tica, eco­nó­mica, social, tecno­ló­gica... global tanto en el plano internacional como en el plano in­terno de cada país. Y se hace necesario recordar esta circuns­tancia por varias razones:

Una primera razón: todos aquellos años de amenaza de holocausto nuclear y Guerra Fría parece que congeló la per­cep­ción suficien­te­mente clara de las cosas. Todavía existen personas (incluso miem­bros de grupos políticos) que tienen la creencia de que vivimos en un rin­cón apartado y ajeno al mundo, y que sólo llamamos la atención por nuestra paella, nuestra liga de fútbol, nuestro sol y nuestras playas. Quizás este autismo «nacional-casero» fue un recurso adoptado por muchos españoles para escapar de la im­potencia ante el «Te­rror Nuclear», una amenaza catastrófica que nos atenazaba sin que pudiéramos hacer nada a causa de nues­tra manifiesta debilidad ante las potencias externas. Esos españoles están con­ven­cidos que todo lo que afec­ta a España tiene cau­sas -y con­se­cuencias- fundamental­mente inter­nas. Son prác­tica­mente «separatistas» (el término vuelve a estar de mo­da). Los únicos fenó­menos que están dis­puestos a con­ceder y re­la­cionar con lo que ocurre en el mundo son el terro­rismo y la in­mi­gración (también el turismo, si viven en zonas costeras, y las coti­za­ciones de la bolsa si en ella tienen in­ver­siones). Pero lo vuelven hacer de forma «separatista»: creen que lo que se hace y se ha hecho en España -o los que se proclaman sus representantes- no ha tenido nada que ver en la ge­neración de esos fenó­menos de «origen ex­ter­no» que nos afectan.

Una segunda razón: directa o indirectamente, la Guerra Fría marcó casi todos los pen­sa­mientos y dis­cursos de partidos, editoriales, uni­ver­sidades, grupos religiosos y me­dios de difusión de masas -escri­tos, radiofónicos, visuales- práctica­mente del mundo entero, y el he­cho es que toda­vía nos en­con­tramos influidos por una «iner­cia» o las «secuelas» de tales pensamientos y dis­cur­sos. Para no entrar en más honduras, habrá que recordar que los «líderes» de los partidos, de los grupos reli­gio­sos, de las edi­to­riales, de las facultades de universidad, de los medios de difusión, de las empresas, etc... se «criaron» con la dialéctica de la Gue­rra Fría.

Y una tercera razón: la vida pública en España ha estado espe­cial­men­te marcada por su particular «Gue­rra Fría Civil». Esta «guerra», hija (natural o adoptada) de la verdadera Guerra de 1936 a 1939, se relacionó (y se alimentó) por esa Guerra Fría mundial de las Dos Es­trellas (la Blanca y la Roja) que protagonizaron los Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta «guerra fría civil» española, si en diversos mo­mentos en la historia reciente pudo parecer cancelada, ha vuelto a «encender» el campo de aten­ción público español. Esto no lo re­cor­da­mos para en­trar tam­bién, nosotros, en discusiones guerra­civilistas, sino para cons­tatar el siguiente hecho: que buena parte no sólo de la «vida política» española de hoy, sino del pen­sa­miento y discurso «medio» emitido por editoriales de libros, facultades y medios de difusión, se encuentra mediati­zado (valga la re­dundancia) y encorse­tado por esa dialéc­tica «guerracivilista». Tenemos un ministro de Justicia, por ejemplo, que piensa y no se recata en hablar así. Incluso la «mayoría natural» de los que dicen no hallarse condicionados por tal con­fron­tación, están tan encorsetados como las «partes beligerantes», pues se imponen una autocensura feroz ante ciertos aconteci­mientos nacionales. Los que callan lo hacen porque también están muy con­di­cio­nados por la «guerra fría civil».

Este hecho podrá parecernos muy bien o, por el contrario, muy mal, pero como no somos es­ca­pistas no debemos obviar­lo. «Yo soy yo y mis circunstancias», sintetizaba el maestro Ortega. Por mucho que haya­mos logrado «liberar­nos» a nivel personal o partidario de muchos corsés que do­minan nuestra sociedad española, éstos forman parte de nuestras circunstancias nacionales e inter­na­cio­nales no sólo por­que seamos parte del pueblo español, sino porque «estamos metidos en polí­tica». Metidos voluntaria y cons­cientemente, pues todos están me­ti­dos en política aunque digan que no lo desean, ya que, como re­petía cierto conocido del PCE «no­so­tros podremos ‘pasar’ de política pero la polí­tica no ‘pasa’ de nosotros». También todo el mundo vota o se abstiene, y hacer lo primero o lo se­gun­do es apoyar una posición, es decir, meterse en política.

B) De la Derecha del «Complejo»...

En el plano de las ideas, de la cultura, de los mitos sociológicos, histó­ricos, internacionales... la derecha es­­pañola ha estado varias dé­ca­das «dejando el campo libre» a sus supuestos contrin­cantes de la izquier­da hispana. Aún cuando (o quizás... por eso mismo) las rea­lidades políticas, eco­nó­micas y sociales de la derecha capitalista triun­faban en España y en el exterior, era la cultura, los mitos e ideales de la iz­quier­da progresista los que mantenían su dominio en la mentalidad de las masas, de la mayor parte de los medios, y de casi todos los inte­lec­tuales de «reconocido prestigio».

La derecha no ha mostrado mucho em­peño ni interés en defender ninguna cultura que no fuera la mera­mente «po­pular» o «comercial», de consumo de masas, y aún ésta, con­tando con un mayor ‘volumen’, se con­si­deraba subordinada a la cul­tura «progresista». Las derechas no mostraban ideales, sino inte­reses políticos y económicos que defender. Bien pudo afirmar el pri­mer alcalde socialista de Madrid, Enrique Tierno, que la derecha no tenía ideales, sino sólo tenía carteras que defender. Y bien pudo afir­mar un articulista falangista, Diego Boscán, que izquierdas y derechas habían pactado una «división del trabajo»: unos se encargaban del «dominio» de los sentimientos y de las ideas, y otros del dominio de la economía. Como definió un diario, Europa ha estado viviendo una «Re­edición de Yalta».

Lo cierto es que esta hegemonía «oficiosa» de las creencias de la izquierda «progresista» ha engañado a muchas personas. Indignado por la nueva ofensiva de falsificación histórica sobre la España de los treinta, en el monográfico de la revista «Nihil Obstat» sobre «Guerra Civil y Memoria Histórica», su director Jordi Garriga, en su interesante -pese a caer en este lamentable error- editorial sobre la «religión idolátrica» establecida, aprecia que «en la actualidad la izquierda vive de su triunfo total, absoluto. La llamada ‘derecha’ no es sino una ‘no izquierda’, una especie de valladar que va retrocediendo a medida que la izquierda avanza, sin ofrecer alternativas serias, sin planteamientos, sin ideas». En efecto, durante mucho tiempo -todavía hoy- la «mito­logía» de la iz­quierda «pro­gresista» se ha impuesto como «nuestra religión natural» contemporánea. Y eso ha confundido a muchos, como al director del «Nihil Obstat».

Podemos buscar razones del porqué ha venido produciéndose esta situación. No vamos a entrar mucho en ellas aunque si un poco. Sólo vamos a recordar que en el seno del comunismo europeo, es decir, por la «banda de la izquierda», se abrió paso la consigna gramsciana que la izquierda revolu­cionaria debía llegar al dominio de la realidad mediante el dominio previo de los resortes culturales de la sociedad. El movi­miento comunista lanzó a sus motivados militantes a la con­quista de escuelas y facultades de humanidades, de las editoriales y de los medios de difusión. Al contrario de las consignas furiosas de Lenin contra los “social-reformistas”, los comunistas de esta época mantuvieron una alianza con el progresismo (que no tiene nada de re­vo­lucionario) y fue éste el que se benefició del «trabajo» de los comu­nistas. La única realidad que «con­vir­tieron» era aquella que traducía la cínica frase de «quien no es comunista con veinte años no tiene co­razón, pero quien es comunista a los cuarenta, no tiene cabeza».

El pro­gresismo, otro pantano de la tempestad roja, aprovechó la fuerza inicial de éste para completar el dominio casi total del mundo de las ideas. Podemos entonces preguntar­nos porqué por la «banda de la derecha», y más concretamente la derecha española, se tuvo que ceder o pactar con la izquier­da progresista. Pío Moa, uno de los lan­ceros del frente mediá­tico de la derecha actual, ofreció su explicación del porqué. Aunque su explicación se re­fería, sobre todo, a la actitud de la derecha española agrupada por el PP frente al nacionalismo vasco y ante el ex­pan­sionismo marro­quín, lo que avanzaba era perfectamente válido para situarlo ante la izquierda pro­gresista: la de­recha ha renun­ciado plantear cualquier batalla por las ideas y los senti­mien­tos por­que daba por sen­tado que los intereses económicos se im­ponen por sí solos.

La de­re­cha política española sólo le ha interesado que «la gestión de la economía se haga bien», y si la eco­nomía marcha bien, «España va bien». Para Moa esa actitud clásica de la derecha era una «be­lla­quería» y un gran error, ya que los grupos, si bien durante un tiempo pueden predominar en ellos sólo la «cartera», al final sienten la necesidad que recurrir y justificar su existencia por el «corazón». Moa explica los batacazos con­se­cu­tivos del PP (nacionalismos, Ma­rruecos, 11-14 de marzo...) por haber creído que las razones económicas son suficientes para ganar o per­der apoyos. Sin embargo, la razón más repetida que explicaba esta «entrega» cultural de la derecha, ha sido el famoso «complejo de la derecha», aquel «miedo del herbívoro» insolidario del cual se lamentaba el jefe del grupo senatorial de Alianza Popular en los ochenta, Ares­pa­co­chaga, para comprender la «co­bar­día» de la derecha ante la izquierda (se suponía que «carní­­vora» y «solidaria»).

Esta última razón, de­ci­mos, es la que más éxito ha cose­chado entre los sectores de la de­recha. Y es que esta exi­tosa representación de sí mismos («nos hemos dejado ganar porque nos hemos dejado acom­plejar de lo buenos que somos») corre paralela a otras dos «representaciones de la realidad» que tienen igual éxito tanto entre la derecha como entre la izquierda aunque con un sentido bien dife­rente: la primera, la idea que las «servidumbres de la democracia» las con­vierte en débiles; y segunda, la idea de que «Europa es vieja ante Amé­rica», y por vieja, «escéptica» y «descreída de sus propios valores». Ahora volvemos sobre ello. A nuestro juicio, sin negar las explicaciones anteriores ofrecidas por mucha gente de la derecha, el prin­ci­pal motivo apunta por los tiros que daba Pío Moa, aunque va mucho más allá que éste.

Para nosotros, la principal razón es que la de­recha ha con­templado la ‘re­ligión’ ido­látrica izquierdista de la misma manera que contempló y manipuló la religión cristiana: una suerte de ‘supe­res­tructura’ idolátrica que, por una parte, ayudaba a ciertos propósitos e intereses de la derecha, y por el otro, no significaba peli­gro real para ella. Los programas de transformación social de la iz­quier­da fueron a parar al «archivo de los sueños», y por tanto la derecha tenía que «dejar que se con­so­la­ran» con el predominio del «mundo de las ideas», convencidos los señores de la derecha que poco o nada iban a perjudicar al «mundo real» y las «leyes inevitables de única eco­nomía posible». Y es que Felipe Giménez acertó cuando sentenció que «el pro­gre­sis­mo es una izquier­da de diseño para dar gusto a los intereses de la burgue­sía».

C) ...a la Derecha de la «Reconquista»

En Marzo del 2004 pasó algo mucho más importante y sonoro que la comisión del mayor atentado terrorista sufrido en España y la muerte de casi dos centenares de personas: la derecha oficial española se pegó un tremendo batacazo cuando creía, como siempre, que el puro pragmatismo (llamado «sensatez» o «prudencia» por ella) que apos­taba por la «buena gestión», por arrimarse al más poderoso, y dejar las cosas como están, era más que suficiente para ganar apoyos o para no ge­nerar un gran re­chazo. Es a partir de las jornadas de «choque y conmoción» que van del 11 al 14 de Marzo, en la que la «derecha» española quedó no­queada, cuando el «brunete mediático» de los liberal-conservadores empezó a «calentar motores» y a «pedir más madera».

Nuestra consideración es que han aprendido la lección: esta de­recha de la «generación de marzo del 2004» se ha lanzado a dis­pu­tar las creencias y sueños de la izquierda. Ha comprobado que le cues­ta caro «com­partir el dominio» de la «Vieja Europa» con el progresismo, y ha decidido «abaratar costos» y no tener «más sorpresas». El estrecho ali­nea­miento político-militar -y parapolicial- de Aznar con la administración Bush no había tenido la co­rrespondencia necesaria y apropiada en los me­dios de masas: buena parte lo criticaron «con acritud», y otra parte lo «comprendían» pero «mode­rada­mente». Y es que la mayoría de los españoles, así como sus me­dios, ni compartían el descarnado supre­macismo occi­dental («sin complejos», como dice la derecha) ni la absoluta falta de escrúpulos mili­tares y jurídicos de los Estados Unidos («firmeza», habla la derecha). En Es­paña, como en la mayor parte de la «Vieja Europa», el occi­den­ta­lismo tiene «mala con­ciencia», presume incluso de las «servi­dum­bres de la demo­cracia» que nos hacen «generosamente débiles», y se re­crea de ser «vieja», es decir, re­co­noce su escepticismo existencial al mismo tiempo que sueña con utopías «antisistema».

Es decir: el Occi­den­talismo do­minante en España y en Europa se reconoce sin fuelle, sin valor y decadente. Pues bien, la derecha política y económica ha resuelto corregir esta situa­ción e «in­vertir» en el capítulo hasta ahora «re­ser­vado» a la «izquierda» progresista. La derecha ha empezado a em­plearse a fondo en el «Brunete mediá­tico». La derecha de la «generación de marzo del 2004» ya no es la derecha de 1975 o 1982. Y esto se re­fleja sobre todo en sus medios radio­fó­nicos «inmoderados» (COPE, Intereconomía ...) y su prensa «sin complejos» (semanarios Época, Alba...), así como en sus medios «moderados» (Onda Cero, La Vanguardia...) o la prensa que, según para qué asuntos, son «moderados» unas veces o «sin complejos» en otras (ABC, La Razón, El Mundo...).

Este frente cultural-mediático se refuerza y se ve acom­pa­ñado por la derecha política nacional. Pero no sólo por ésta, sino que -como los antiguos comunistas del KOMINTERN- se siente ligada estrechamente al servicio de su «Paraíso en la Tierra»: Estados Unidos. Para la derecha, España es un país que debe volver a seguir la dirección de América. Es lo que llama el «lazo trasatlántico». Este frente mediático de la derecha española hace ascos del occi­den­talismo de la «Vieja Europa» por al­bergar ésta «dudas» sobre el sis­tema político, social y económico que ha de imponerse al mundo entero. Un sistema político, claro está, bajo el control indudable de una hege­monía concreta. Un sistema social unido al dominio de una clase social en especial. Y un sistema económico acom­pañado de buenos negocios para cor­po­­raciones deter­mi­nadas.

Los radiopredicadores y escri­banos beligerantes de la derecha rinden admi­ración por los «ejecutivos agresivos» del Extremo Occidente, que no reparan en con­side­raciones políticas o éticas de ningún tipo: el mundo es de los «ganadores» y lo que hace funcionar la máquina es la insaciable ham­bre de poder y beneficios de éstos. La prensa escrita y las cadenas de radio en creciente beligerancia sostienen que dejar que nos invada la duda o la mala con­ciencia por los fines, los métodos o las con­se­cuencias de la mecá­nica que mueve a Occi­dente supone «alta trai­ción» a Occidente. Por eso hay que des­bancar urgente­mente al pro­gre­sismo. Esto no lo explican al desnudo, por supuesto, sino recubriéndolo con palabras como «el prestigio de Es­pa­ña», «la seguridad nacional», «la paz internacional», «la libertad», «la prudencia» o «cumplir nuestros com­pro­misos» que sólo engañan a los que quieren dejarse engañar.

Porque cuando la derecha habla del «prestigio de España» se refiere únicamente al prestigio del subordinado hacia quien detenta el poder (que en un mundo ca­pi­talista es quien dispone del capital). Cuando la de­re­cha habla de «seguridad» se olvida completamente de los dere­chos que nos vendían como invio­lables. Cuando habla de «paz» es para sostener la injusticia. Cuando habla de la «libertad» cabe pre­gun­tarse ¿Libertad para quien?. Cuando habla de «prudencia» está defen­dien­do el ocultamiento de los crímenes que sus admi­rados amigos norte­americanos. Cuando hablan de «cumplir nuestros compromisos» se refiere únicamente a nuestras «obligaciones» para la hiper­potencia mundial, no con las «naciones miserables» como su clasismo ine­vi­table les hace decir.

Pero estas razones no son las únicas ni las más importantes del frente mediático. Porque al igual que el pro­gresismo, los liberal-con­servadores, además de las realidades políticas y económicas que de­fender, tam­bién se acompañan de mitos, «historias» y creencias. Cua­les son las que el «brunete mediá­tico» esgrime para justificar todo esto y «reconquistar» las mentalidades y sentimientos de las masas, las ha expuesto nues­tra colaboradora Natalia Segura en dos artículos apa­recidos en Orien­ta­ciones del año pasado: «los motivos del PP para apoyar a EEUU e Israel» y en «Recambio de Tota­li­tarismos».

CULTURA

CULTURA

Libro antirracista secuestrado

por la Democracia «antirracista»
Por Natalia Segura

En el mundo donde nos ha tocado movernos, posiblemente el peor problema que hemos de afrontar consista en tener que vivir -mejor seria decir: en tener que sobrevivir- bajo el imperio de las imposturas de todo tipo.

Igual en la vida pública como en la esfera privada, lo mismo en el campo de la acción política -local o internacional- como en el pen­sa­miento -político o filosófico-, tanto en el mundo laboral -como produc­tores o demandantes de empleo- como en nuestra faceta de usuarios y consumidores... en todos ellos, nos vemos expuestos, perma­nente­mente, y sometidos, en mayor o menor intensidad, a múltiples intentos -muchos ellos coronados con éxito- de estafas, engaños y falsifi­ca­ciones. Si no lo más nefasto, este hecho sí es, con todos los deshono­res, uno de los problemas más perjudiciales de nuestra época.

Tanto desde los frentes oficiales como desde los sectores su­puesta­mente rebeldes e in­con­formistas, con­tinua­mente nos envían, y pre­tenden que acep­temos, unas mercan­cías que sirven, justa­mente, para todo lo contra­rio de lo que nos anuncian que sirven. Pues lo peor no es dar­le veneno a la gente, sino hacer pasar el veneno como alimento o me­dica­mento.

La im­postura se ha erigido en una especie de «norma consti­tutiva» de las socie­dades actuales y, por tanto, en una carac­terís­tica esencial que, la­men­table­mente, impregna las con­ductas y el sentir de nuestros con­tempo­ráneos. Es ésta una situación que no dejan de notar muchas personas que, sin embargo, se han re­signado a seguir con el rollo, queriendo creer cómoda­mente, por lo demás, que nunca se verán com­­­pro­metidas ni afec­tadas de forma irre­me­diable por ella, y que siem­pre podrán salir re­cu­perados de en­gaños e im­posturas sin más con­se­cuencias que perder unos cuantos billetes o quedar­se en ridículo si descubren el pastel.

Peores que todas las estafas eco­nómicas y que cualquier variante del timo de la estam­pita, más dañinos que la suma de todos los fraudes pira­midales ocurridos o por in­ventar, son, sin duda, los fraudes polí­ticos-sociales y las im­posturas ideoló­gicas. Alguno de nosotros, por ejemplo, hemos tenido que soportar en­cuentros –mejor decir en­con­tronazos– con los acti­vistas libertarios, a quienes vulgar­mente cono­cemos como guarros, que se anuncian como defen­sores y re­clamantes de la «Libertad», cuando, en la práctica, sus in­ter­ven­ciones más cono­cidas en la calle consisten, pre­cisa­mente, en violentar mani­festa­ciones «políti­ca­mente in­co­rrectas», en practicar el mato­nismo para re­ducir al silencio a los últimos reductos contestarios, e im­poner de­fi­ni­tiva­mente el pensa­miento único.

De­termi­nadas acciones re­presivas que no pueden ejecutar abierta­mente los cuerpos y fuerzas de seguridad del llamado Estado Social y Demo­crático de Derecho, las cometen esos matones libertarios, quie­nes, para mayor broma macabra, también les gusta publicitarse como ene­migos de cual­quier clase de «dictadura» o «auto­ridad». Otra im­postura política que se de­muestra en cada ocasión que actúan como guardia política del ré­gimen, cada vez que aparecen como agentes auxiliares de la brigada político-social. Pero al igual que pasa con los liber­tarios, ocurre con un abanico de grupos y sujetos que van desde los lucha­dores por la libertad de la extrema izquierda, tan falsos como los lucha­dores por la libertad del Pentá­gono y del Partido Popular, hasta las auto­de­nomi­nadas fuerzas nacio­nales, o área patrió­tica, es decir, eso que cono­cemos como extrema derecha.

Para cual­quier español in­con­formista o crítico, el más peli­groso e irri­tante fraude para sus aspira­ciones de una España, una Europa o un mundo mucho menos in­justo y mucho menos co­rrom­pido que el que vivimos, lo re­presenta la exis­tencia de esos colectivos e individuos que han estado hacién­do­se pasar como in­con­formistas cuando son los milicianos del sistema, a su «derecha» o a su «izquierda». Pero lo peor, sobre todo, consiste en esos mismos rumbos políticos e ideoló­gicos que siguen pre­sen­tándo­nos como «anti-sistema».

Reseña de un desenmascaramiento:

«Tres Ensayos contra la Modernidad»

de Carlos Caballero

La re­producción por Edi­ciones Nueva Re­pública de «Tres Ensayos contra la Moder­nidad» de Carlos Caballero que apa­re­cieron en los números 7º (otoño 1995) 14º (verano 1997) y 16º-17º (primavera 1998) de la ya desa­pare­cida revista «Hes­­rides» (una de las mejores sagas de la pe­queña disi­dencia española) signi­fican un de­sen­mas­cara­miento, sencillo de leer y completo en lo esencial, de dos de las mayores im­posturas con­ver­gentes del presente. Imposturas con­ver­gentes porque, en sentido con­trario pero com­plemen­tario, las pro­mueven por un lado las tribunas bien­pen­santes y política­mente co­rrectas, y por el otro las su­puestas fuerzas in­con­for­mistas o polí­tica­mente in­co­rrectas. La primera de ellas es que el de­ter­mi­nismo racial y los nacio­na­lismos significan fuer­zas de opo­sición radi­cal al cosmo­poli­tismo; y la segunda estafa es que las socie­dades abiertas –como la famosa «globalización»– son con­trarias a los naciona­lismos o aspiran a una supe­ración real de éste.

Es urgente desen­mas­carar estas dos enormes im­posturas com­ple­men­tarias de la era con­tempo­ránea, que han tenido un éxito fabuloso –sin ir más lejos, es im­posible co­nocer la historia reciente y la actua­lidad de nuestro país sin evaluar el im­pacto de los na­ciona­lismos– y que re­portan unos in­mere­cidos «pedigríes de lucha», tanto para el «frente» de los demó­cratas bien­pen­santes anti­rra­cistas y no nacio­na­listas, como para los naciona­listas –demo­cráticos, progre­sistas, con­serva­do­res, radi­cales, fas­cistas...–.

En el primero de sus «Tres En­sayos», Carlos Caba­llero ataca al nacio­na­lismo; en el segundo, al racismo. Pero los ataca sin partir, de ningún modo, de los dis­cursos o modas cultu­rales domi­nantes, sin echar mano de sus tópicos. Al con­trario: al criticarlos en serio, al atacar­los a fondo, el autor nos des­cubre que no son fuerzas in­volucio­nistas que regresan del oscuro pasado para im­pedir la «marcha feliz» del progreso ni combatir el triunfo de las socie­dades mundia­listas libe­rales. Carlos Caba­llero con­sigue, en pocas páginas, de­mostrar­nos lo que ambos bandos, su­puesta­mente antagó­nicos, esconden a propios y extraños: que los naciona­lismos –demo­cráticos o radi­cales–, al igual que el supre­ma­cismo racial, se han asentado y se alimentan de los mismos pre­su­puestos que la moder­nidad mundia­lista.

Los nacio­na­lismos han nacido y se han desarro­llado como compa­ñeras de viaje in­se­parables de la mundia­lización. Ni el naciona­lismo cuestiona las bases de la globali­zación liberal, ni ésta ataca las bases del nacio­nalismo. Ambos com­parten y quieren im­poner a todos los pueblos el mismo «destino» antropológico. Ambos fenó­menos son dos caras de la misma moneda.

Carlos Caballero nos recuerda que hasta las últimas décadas del siglo XIX, naciona­lismos, libera­lismos y progre­sismos marchaban uni­dos osten­­­to­sa­­mente. Es un hecho histórico que hoy, apenas, se tiene con­ciencia, pues intelec­tuales y «mass media» lo ocultan –u olvi­dan– de­libe­rada­mente. Pero esa simbiosis pareció quebrantarse cuando se acer­caba el siglo XX. Un artículo de Maurice Barrés, en julio de 1892 en «Le Figaro», puede con­siderar­se el pistole­tazo de salida de una de las mayores y más exitosas im­posturas de todos los tiempos: la oposición entre nacio­na­listas y cosmo­politas.

No se pre­tende aquí negar­le a Barrés la parte de razón que tuvo en sus de­nuncias de la situación de Francia, ni mucho menos abrir un auto de condena a su figura –ha sido ya maldito de sobra–. Lo que se juzga en estas páginas es una reacción que, sin duda alguna, era vital emprender ante la deriva de las naciones occidentales, pero que se pre­cipitó por el rumbo falso y estéril del naciona­lismo, preten­diendo un carácter de ruptura hostil im­posible con sus presupuestos originales y su desarrollo.

Unos textos muy incómodos para el «bando» de los naciona­lismos  

No dudamos que estos ensayos de Carlos Caballero son, como califica la editorial en la presen­tación, incómodos. In­cómodos para la «Corrección política» dominante. Pero suma­mente in­cómodos tam­bién para las milicias naciona­listas, erigidas en defen­soras de las esen­cias nacionales justo para terminar de des­truir los últimos vesti­gios comuni­tarios e identi­tarios de la nación real, al imponer una adul­te­rada «nación ideal», depurada de elementos que no responden al prototipo convenido por ellos como típico, y no re­co­nociendo más iden­tidad, a los ciudadanos, que la estanda­rizada identifi­cación nacional que los nacio­nalistas deciden imponer, convirtiendo y dejando así una nación lisa y atomizada, lista para ser entre­gada a las sociedades eco­nó­micas multi­nacio­nales que tratan a todas las naciones como paquetes de acciones.

Con Caballero vemos que el nacionalismo, pese a su palabrería, es sub­sidiario ideo­lógico del mundia­lismo occidental –por lo demás el único mundia­lismo que existe–. Es un hecho que compro­bamos cada vez que encon­tramos a los grupos naciona­listas dirigir sus ata­ques, justamente, contra las identi­dades que han logrado man­tener­se a salvo del cosmo­poli­tismo; un hecho que corroboramos cada vez que les escu­chamos unir en «in­diso­luble matri­monio» a nuestros pueblos con el mundo occi­dental; un hecho que ratificamos cada vez que esgrimen el derecho supremo de Occi­dente para erradicar cualquier resistencia de los pueblos a su dominio militar, cultural, tecno­lógico o económico; un hecho que confirmamos en todas las ocasiones que les vemos exigir el desa­rraigo completo para las personas que señalan como no genuinas o no idén­ticas a la in­divi­dua­lidad señalada como típica del país. Lo que de­fienden, en definitiva, es lo mismo que las exigen­cias liberales: una masa de individuos sueltos y homo­logados ante el Mercado y el Estado.

Para nosotros lo peor, lo más indecente de la derecha radical y de los naciona­lismos ha sido la con­fusión a la que han jugado desde siempre, anun­ciando ser contra­rios a un sistema cuando por lo que dicen, por lo que callan y por lo que hacen, lo respaldan –hoy lo hacen incluso con menos disi­mulo que ayer–, así como las falsi­fica­ciones de con­ceptos –como «Patria», «Unidad» o «Tradi­ción»– a la que, también desde siem­pre, se han dedi­cado con empeño.

Por eso, la primera dife­rencia que emerge entre nosotros y los abier­ta­­mente titu­la­dos «mundia­listas» (neo­con­servadores, liberales puros, progre­sistas o liber­tarios) es que nosotros no le re­co­no­cemos a los naciona­lismos –sean llamados «demo­cráticos» o «fascistas»– ningún carácter de enemigos o de fuerzas contrarias al proceso que directa­mente pro­mueve el mundia­lismo.

Por eso hemos insistido también en negarle a la derecha radical toda legiti­midad para ser con­siderados fuerzas nacio­nales. Porque no son nacio­nales, es decir, no tienen una idea de la nación como con­junto integrador de cuerpos o sectores sociales, terri­toriales y étnicos di­ver­sos, sino como una suma, un «corral», donde todas las partes han de quedar subor­dinadas a los intereses y sub­jeti­vismos de una o de algunas de sus partes.

Las derechas radi­cales no defienden la inte­gridad nacional: ellas son nacio­nalistas, que no sólo es distinto, sino radi­cal­mente opuesto. Hace seten­ta años un político de nuestro país insistía que la palabra «na­cional» era dema­siado elevada para permitir que la utilicen aque­llos en los que pre­dominan los intereses de grupo o de clase. «Nacional» sólo podía emplear­se para los que se de­di­caban a la empresa común, para los que concebían a la nación como un «valor total fuera del cuadro de valores parciales».

Los nacio­­nalistas invierten la situación: unos subor­dinan la totalidad de la nación a los valo­res parciales de una supuesta «voluntad ge­neral» que solamente representan ellos, claro; otros cons­­triñen su de­venir a una forzada «línea de la historia» inalterable que coincide exacta­mente, cómo no, con lo que ellos pretenden; y otros «sumer­gen» al pueblo entero en un recreado «ser nacional» fijo, en lo bio­lógico o en lo cultural. Porque lo que ha revelado siempre el naciona­­lismo es eso: primero una teoría hipó­crita de control absoluto, lami­nador y exclusivo de una tierra y de un pueblo, y luego de expan­sión e intenso desprecio im­pe­rialista. Tan pronto recurre a la voluntad general o la auto­deter­mi­nación, como echa mano de la línea –única– continua de la historia, como esgrime la esencia verdadera biológica o étnica.

Para nosotros es también muy re­velador ese rechazo visceral a la mera idea y dis­posición de asumir la nación como una inte­gridad, es decir, como un todo re­lacionado de partes di­versas que han de con­ciliar­se y defender­se –es decir: integrarse–, y no verse apiso­nadas por la mayoría natural –o por la minoría envuelta en la bandera nacional– o por el núcleo central. La nación real es una con­junción de grupos, cuerpos y fuerzas.

Pero es, sobre todo, una unidad histórica donde encon­tramos tanto unas raíces y evolu­ciones com­partidas como di­versas, un espacio que ha sustentado un devenir y un con­tin­gente humano com­puesto tanto de hechos dife­ren­ciales como de carac­teres comunes, una agru­pación sujeta tanto a nece­sidades e intereses gene­rales, como a una plura­lidad de de­mandas inter­medias y parti­culares. Hechos, carac­teres, necesidades, intereses... dife­rentes y comu­nes, que han venido inte­rrelacio­nándo­se en ese con­junto histó­rico llamado nación.

Con anterio­ridad al pro­ceso de diso­luciones y unifor­mismos de la moder­nidad, «nadie concebía agotarse en la per­te­nencia a una comu­nidad nacional, sino que aparecía ligado a una "cadena de comu­ni­dades"». Este rechazo visceral, por parte de muchos de los auto­procla­mados na­cionales anti­sistema, a ver la nación como una com­posición orgá­nica –es decir, viva– y no uni­forme –inorgánica–, en­laza directa­mente con el rechazo y el discurso que han mantenido las fuerzas nacio­nales ­­contra la propia exist­encia de parti­dos o el derecho a la dis­cre­pancia política.

Parece un rechazo suicida, pues, si se consti­tuyen como una minoría adversa a la política y la cultura domi­nante ¿Cómo es posible que nieguen la facultad para re­marcar un espacio político y cultural dife­rente a la «oficial»? ¿Cómo es posible que la minoría que dis­crepa de la mayo­ría, pida la diso­lución de minorías contrarias a los «valores de la mayoría»? Esto es literal­mente absurdo. La única expli­cación es que todo consista, como hemos dicho, en una im­postura, en una re­beldía virtual, que esos nacionales anti­sistema o in­con­formistas son «com­pañeros de viaje in­se­parables» del más estrecho con­formismo y del sistema.

Entendemos que lo más incómodo de los «Tres Ensayos» de Carlos Caballero para los que han pro­clamado un «naciona­lismo» opuesto al «cosmo­poli­tismo» y al «inter­naciona­lismo», es de­mostrar que los na­cio­na­lismos y la derecha radical no son, ni pueden ser, enemigos del cosmo­politismo y del inter­naciona­lismo. Es cierto que, cuando el «nove­centista» naciona­lismo radical in­sistió que una cosa era el «país real» y otra bien distinta el «país oficial», abrió la puerta para que un sector de ese naciona­lismo pudiera, más que evolu­cionar, re­volu­cionar­se, es decir, trans­formar­se.

Así pudieron aparecer fuerzas naciona­listas más o menos cons­cientes de una ene­mistad sus­tancial con el nacionalismo a secas, con el nacionalismo que siempre ha servido como última excusa de los canallas para sacri­ficar a los pueblos –tanto a los propios que dicen defender, como a los vecinos odiados que quieren someter o ani­quilar– en el matadero en defensa de intereses in­con­fesables.

¿Pero cómo han podido los naciona­lismos aparecer como alter­nativa al mundia­lismo, cuando no discuten el conte­nido de éste, sino sólo las fronteras del conti­nente? ¿Cómo han podido presentar­se como res­puesta política a los problemas de nuestros pueblos lo que deriva única­­mente de señales de «perte­nencias» naturalistas como la con­sangui­nidad o el asenta­miento perma­nente? Carlos Caba­llero también lo explica.

Sólo sumer­gidos en un clima de de­paupe­ración inte­lectual, un clima domi­nado por las simplezas del materia­lismo y de la filosofía positi­vista, y con un marcado indi­vidua­lismo, ha sido posible esta situación. Tratar de funda­mentar toda la acción polí­tica y todo pensa­miento en una cir­cuns­tancia terri­torial o etno­gráfica, es propio de una época y unas poblaciones infan­tili­zadas y posi­tivi­zadas.

Caba­llero nos expone al «Positi­vismo» como padre común del supre­ma­cismo racial y de las demás ide­ologías de la moder­nidad. Concebir a las naciones como especies obligadas a un constante e inevi­table anta­gonismo entre sí, es propio de la teoría de la evolución natural darwinista. Otra base común clave que com­parten con sus hermanos detes­tados «mundia­listas».

El naciona­lismo, al subor­dinar el pensa­miento y lo polí­tico a estas circuns­tancias des­criptivas y super­ficiales, comete la misma in­versión de la escala de valores que per­petran las ideo­logías que lo subor­dinan todo a los intereses eco­nómicos. Otro elemento que identi­fica estre­cha­­mente el nacio­na­lismo con sus tan odiosas ideologías eco­nomi­cistas, liberales o comu­nistas.

Si el nacionalismo es la defensa biológica –es decir, reac­tiva, instin­tiva– del cuerpo social o nacional, debido a esta fuerza de gravedad, más tarde o más temprano acaba iden­tifi­cando la nación con el modelo social esta­blecido, y se des­cubre completa­mente reac­cio­nario.

Si el naciona­lismo es la defensa de una línea histó­rica única, antes o des­pués, asume los inte­reses y la ideo­logía de los grupos de poder que han con­seguido tomar el control en la nación.

Si el nacio­na­lismo es la apo­logía de la mayoría natural o de la voluntad ge­neral, acaba, lógica­mente, de­sa­­cre­ditado como minoría in­con­gruente, y desar­mado ante cualquier moda que se im­ponga.

Sería in­justo olvidar que a lo largo de la historia han apare­cido algu­nos naciona­lismos re­volucio­narios o re­ge­nera­dores que reac­cionaban contra los males in­vete­rados de su nación, y contra las fuerzas insta­ladas y domi­nantes en ella, que con­siguieron alejar­se de esa fuerza de gravedad que es la defensa instin­tiva de lo nuestro a secas. Pero tu­vieron corto vuelo si man­tu­vieron la tara del naciona­lismo. Porque si quieren man­tener un empuje transfor­mador o re­gene­rador del cuerpo social y de su nación, que sea resistente a influencias disolventes o deca­dentes, tienen que des­prender­se de la carga del naciona­lismo, que les empuja a quedar atra­pados en la acep­tación y rec­reación de las miserias nacio­nales.

El naciona­lismo acaba exaltando y con­vir­tiendo en virtud las miserias de la nación, y des­cargando toda la res­pon­sabi­lidad de los problemas o de los errores en «agentes extran­jeros». Así los males, los errores, los proble­mas, nunca son con­secuencia de causas, agentes ni pro­cesos inter­nos, sino que se deben, siempre, a una «in­vasión», a los «cuerpos extraños».

Un libro anti­rracista tan in­cómodo...

que ha sido secuestrado por policías y jueces

de la Demo­cracia «anti­rracista»

Pero como hemos señalado, los tres ensayos de Carlos Caballero no sólo son incómodos para el frente nacionalista y polí­tica­mente in­co­rrecto que hemos des­crito, sino que lo es para el frente de lo Polí­tica­mente correcto.

Basta señalar un hecho clave: no han sido los naciona­lismos ra­dicales ni fascistas, ni grupos apo­logistas del supre­macismo blanco, los que han im­pedido la difusión de los «Tres Ensayos». No han sido ellos. Han sido las institu­ciones demo­cráticas, es decir, el esta­mento oficial del «bloque opuesto», el frente anti­rracista, las que ha secues­trado este libro... un libro que ataca el racis­mo con funda­mento.

Para nosotros esto constituye, más que una señal, una prueba de la suma in­como­didad de las explicaciones de Caballero. Pero enten­de­mos que el secuestro de este libro editado por Edi­ciones Nueva Re­pú­blica –además de cons­tituir una prueba contun­dente de otro enorme fraude, de otra siniestra patraña: que la Monar­quía Parla­men­taria y su España Cons­titu­cional es «un régimen de libertades públicas para los españoles»– es, sobre todo, una prueba que al frente anti­rracista le molesta pro­funda­mente una crítica fundada, real, de la xeno­fobia y del naciona­lismo. Si a eso se añade que, posible­mente, también le molesta que se denuncie la Glo­ba­lización –realizada por Caballero en su tercer ensayo– al margen de la anti­globali­zación auto­rizada por los mismos globali­zadores, eso quiere decir que han matado tres pájaros de un tiro.

Porque como ha denunciado otro pensador in­cómodo –el francés Charles Cham­petier– a propósito de la tormenta y del escán­dalo que ha despertado el Frente Nacional «cuando dicen que todos critican a Le Pen, se equivocan: Le Pen no es criti­cado, sino “demo­ni­zado”: se le trans­forma en “figura del Mal”, como ocurre con Hitler o Stalin, pre­cisa­mente para no tener que criticar­lo en cuestiones sustan­ciales. Los inte­lec­tuales ofi­ciales pre­fieren tocar la fácil parti­tura del Mal abso­luto, re­ducir­lo a una re­acción afec­tiva de re­pulsión orques­tada por los “media” ». Cham­petier mismo ha citado lo explicado por otro autor también in­cómodo, y por tanto también silenciado –el alemán Botho Strauss–: «Lo que el pensa­miento domi­nante ex­comulga, en realidad lo cultiva, lo ali­menta en grandes dosis y a veces in­cluso lo compra y lo man­tiene. El rostro im­pasible del pre­sen­tador y la boca vocife­rante del xenó­fobo forman la cabeza de Jano política».

Cham­petier ha explicado esta misma cabeza que señalaba Strauss «¿Qué alter­nativa se opone a la presunta “supe­rioridad” de ese Occi­dente blanco y cristiano de los argu­mentos lepe­nistas? ¡La supe­rio­ridad del Occi­dente liberal! Sostener la validez uni­versal e im­perativa de la ideo­logía de los derechos humanos y de la eco­nomía de mercado, im­poner a los in­mi­grantes su asimi­lación a un modelo consi­derado ejemplar –aunque todos sus pilares: Iglesia, escuela, partidos, sindi­catos, ejér­cito, sistema salarial, etc, se hallan en crisis–, oponer a la mise­rable argucia de una in­migración “racial­mente in­deseable” el argu­mento medio­cre de una in­migración “eco­nómica y demo­gráfica­mente útil”, todo eso significa ahora y siempre obe­decer al mismo im­pulso de dominio de un Occi­dente que deci­dida­mente no alcanza a pensar al Otro, si no es términos de nega­ción, ex­pulsión o con­ver­sión (...) Las soflamas naciona­listas y los ser­mones uni­ver­sa­listas vienen alime­ntados por el mismo deseo funda­mental de homo­genei­dad (...) Nunca se hará re­tro­ceder a la ex­trema dere­cha defen­diendo un sistema que por todas partes des­truye las comu­ni­dades de per­te­nencia y de con­vi­vencia, que considera la com­petencia de todos contra todos como el modelo único de vínculo social y que eleva sin com­plejos su propia historia al rango de destino plane­tario»

Ésta es la razón por la cual el antirracismo mundialista y los nacio­nalismos xenófobos acaban prestán­dose ayuda uno al otro. No es, por tanto, un colaboracionismo mera­mente coyun­tural, ni extraño, ni ca­sual, ni contra­natura.

El ejemplo del secuestro de este libro «Tres Ensayos contra la Moder­nidad» por parte de la policía y la justicia de la Monarquía parla­mentaria, es para nosotros, no sólo una coincidencia de acción por parte de los bien­pensantes anti­rracistas con sus supuestos con­trincantes, los naciona­lismos, sino otra muestra de simbiosis y de su unidad de hecho.