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CULTURA

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La ofensiva del 'Brunete mediático'. La Derecha, del 'Complejo' a la Re­con­quista'
Por Carlos Ramiro

Toca hablar, por oportuno y ne­ce­sa­rio, del fenó­meno de la cre­ciente beli­ge­rancia del frente me­diático-cul­tural de la «de­re­cha» es­pañola, es decir, del núcleo mediá­tico más liberal-con­servador del ré­gi­men. Una be­li­ge­rancia que (pocos lo niegan) es cada vez mayor, y aumenta para­le­la­mente a la cre­ciente «acritud» mos­­trada por el principal partido de oposición al gobierno de Rodríguez Zapatero (pues el único partido co­no­cido que es opo­si­­ción al régimen está ilegalizado o pseu­do-­lega­li­zado y siem­pre se ha mostrado «con mucha más acri­tud» in­clu­yendo incendios, secuestros y asesinatos).

A) Punto de partida

Pero antes de entrar directamente en el tema, hemos de recordar una poderosa «circunstancia» que forma parte del «nosotros» como espa­ñoles de finales del segundo milenio y principios del ter­cero. Y es que todos los que contamos con más de veintitantos años, nacimos y crecimos en un mundo in­merso en el enfrentamiento entre el Este comunista y el Oeste democapitalista. Esta cir­cunstancia afectó al mundo entero. Y aunque en unos países el enfrentamiento fue mucho más sentido o más patente que en otros, in­cluso los es­tados más notables pertenecientes al movimiento de «Países No Ali­neados» se vieron muy presionados y con­di­cionados por la dialéctica de la Guerra Fría.

Una dia­léc­tica que, nadie se olvide, no sólo de­ter­mi­naba la «diplomacia» y la «estrategia militar», sino que implicaba una con­fron­tación ideológica, polí­tica, eco­nó­mica, social, tecno­ló­gica... global tanto en el plano internacional como en el plano in­terno de cada país. Y se hace necesario recordar esta circuns­tancia por varias razones:

Una primera razón: todos aquellos años de amenaza de holocausto nuclear y Guerra Fría parece que congeló la per­cep­ción suficien­te­mente clara de las cosas. Todavía existen personas (incluso miem­bros de grupos políticos) que tienen la creencia de que vivimos en un rin­cón apartado y ajeno al mundo, y que sólo llamamos la atención por nuestra paella, nuestra liga de fútbol, nuestro sol y nuestras playas. Quizás este autismo «nacional-casero» fue un recurso adoptado por muchos españoles para escapar de la im­potencia ante el «Te­rror Nuclear», una amenaza catastrófica que nos atenazaba sin que pudiéramos hacer nada a causa de nues­tra manifiesta debilidad ante las potencias externas. Esos españoles están con­ven­cidos que todo lo que afec­ta a España tiene cau­sas -y con­se­cuencias- fundamental­mente inter­nas. Son prác­tica­mente «separatistas» (el término vuelve a estar de mo­da). Los únicos fenó­menos que están dis­puestos a con­ceder y re­la­cionar con lo que ocurre en el mundo son el terro­rismo y la in­mi­gración (también el turismo, si viven en zonas costeras, y las coti­za­ciones de la bolsa si en ella tienen in­ver­siones). Pero lo vuelven hacer de forma «separatista»: creen que lo que se hace y se ha hecho en España -o los que se proclaman sus representantes- no ha tenido nada que ver en la ge­neración de esos fenó­menos de «origen ex­ter­no» que nos afectan.

Una segunda razón: directa o indirectamente, la Guerra Fría marcó casi todos los pen­sa­mientos y dis­cursos de partidos, editoriales, uni­ver­sidades, grupos religiosos y me­dios de difusión de masas -escri­tos, radiofónicos, visuales- práctica­mente del mundo entero, y el he­cho es que toda­vía nos en­con­tramos influidos por una «iner­cia» o las «secuelas» de tales pensamientos y dis­cur­sos. Para no entrar en más honduras, habrá que recordar que los «líderes» de los partidos, de los grupos reli­gio­sos, de las edi­to­riales, de las facultades de universidad, de los medios de difusión, de las empresas, etc... se «criaron» con la dialéctica de la Gue­rra Fría.

Y una tercera razón: la vida pública en España ha estado espe­cial­men­te marcada por su particular «Gue­rra Fría Civil». Esta «guerra», hija (natural o adoptada) de la verdadera Guerra de 1936 a 1939, se relacionó (y se alimentó) por esa Guerra Fría mundial de las Dos Es­trellas (la Blanca y la Roja) que protagonizaron los Estados Unidos y la Unión Soviética. Esta «guerra fría civil» española, si en diversos mo­mentos en la historia reciente pudo parecer cancelada, ha vuelto a «encender» el campo de aten­ción público español. Esto no lo re­cor­da­mos para en­trar tam­bién, nosotros, en discusiones guerra­civilistas, sino para cons­tatar el siguiente hecho: que buena parte no sólo de la «vida política» española de hoy, sino del pen­sa­miento y discurso «medio» emitido por editoriales de libros, facultades y medios de difusión, se encuentra mediati­zado (valga la re­dundancia) y encorse­tado por esa dialéc­tica «guerracivilista». Tenemos un ministro de Justicia, por ejemplo, que piensa y no se recata en hablar así. Incluso la «mayoría natural» de los que dicen no hallarse condicionados por tal con­fron­tación, están tan encorsetados como las «partes beligerantes», pues se imponen una autocensura feroz ante ciertos aconteci­mientos nacionales. Los que callan lo hacen porque también están muy con­di­cio­nados por la «guerra fría civil».

Este hecho podrá parecernos muy bien o, por el contrario, muy mal, pero como no somos es­ca­pistas no debemos obviar­lo. «Yo soy yo y mis circunstancias», sintetizaba el maestro Ortega. Por mucho que haya­mos logrado «liberar­nos» a nivel personal o partidario de muchos corsés que do­minan nuestra sociedad española, éstos forman parte de nuestras circunstancias nacionales e inter­na­cio­nales no sólo por­que seamos parte del pueblo español, sino porque «estamos metidos en polí­tica». Metidos voluntaria y cons­cientemente, pues todos están me­ti­dos en política aunque digan que no lo desean, ya que, como re­petía cierto conocido del PCE «no­so­tros podremos ‘pasar’ de política pero la polí­tica no ‘pasa’ de nosotros». También todo el mundo vota o se abstiene, y hacer lo primero o lo se­gun­do es apoyar una posición, es decir, meterse en política.

B) De la Derecha del «Complejo»...

En el plano de las ideas, de la cultura, de los mitos sociológicos, histó­ricos, internacionales... la derecha es­­pañola ha estado varias dé­ca­das «dejando el campo libre» a sus supuestos contrin­cantes de la izquier­da hispana. Aún cuando (o quizás... por eso mismo) las rea­lidades políticas, eco­nó­micas y sociales de la derecha capitalista triun­faban en España y en el exterior, era la cultura, los mitos e ideales de la iz­quier­da progresista los que mantenían su dominio en la mentalidad de las masas, de la mayor parte de los medios, y de casi todos los inte­lec­tuales de «reconocido prestigio».

La derecha no ha mostrado mucho em­peño ni interés en defender ninguna cultura que no fuera la mera­mente «po­pular» o «comercial», de consumo de masas, y aún ésta, con­tando con un mayor ‘volumen’, se con­si­deraba subordinada a la cul­tura «progresista». Las derechas no mostraban ideales, sino inte­reses políticos y económicos que defender. Bien pudo afirmar el pri­mer alcalde socialista de Madrid, Enrique Tierno, que la derecha no tenía ideales, sino sólo tenía carteras que defender. Y bien pudo afir­mar un articulista falangista, Diego Boscán, que izquierdas y derechas habían pactado una «división del trabajo»: unos se encargaban del «dominio» de los sentimientos y de las ideas, y otros del dominio de la economía. Como definió un diario, Europa ha estado viviendo una «Re­edición de Yalta».

Lo cierto es que esta hegemonía «oficiosa» de las creencias de la izquierda «progresista» ha engañado a muchas personas. Indignado por la nueva ofensiva de falsificación histórica sobre la España de los treinta, en el monográfico de la revista «Nihil Obstat» sobre «Guerra Civil y Memoria Histórica», su director Jordi Garriga, en su interesante -pese a caer en este lamentable error- editorial sobre la «religión idolátrica» establecida, aprecia que «en la actualidad la izquierda vive de su triunfo total, absoluto. La llamada ‘derecha’ no es sino una ‘no izquierda’, una especie de valladar que va retrocediendo a medida que la izquierda avanza, sin ofrecer alternativas serias, sin planteamientos, sin ideas». En efecto, durante mucho tiempo -todavía hoy- la «mito­logía» de la iz­quierda «pro­gresista» se ha impuesto como «nuestra religión natural» contemporánea. Y eso ha confundido a muchos, como al director del «Nihil Obstat».

Podemos buscar razones del porqué ha venido produciéndose esta situación. No vamos a entrar mucho en ellas aunque si un poco. Sólo vamos a recordar que en el seno del comunismo europeo, es decir, por la «banda de la izquierda», se abrió paso la consigna gramsciana que la izquierda revolu­cionaria debía llegar al dominio de la realidad mediante el dominio previo de los resortes culturales de la sociedad. El movi­miento comunista lanzó a sus motivados militantes a la con­quista de escuelas y facultades de humanidades, de las editoriales y de los medios de difusión. Al contrario de las consignas furiosas de Lenin contra los “social-reformistas”, los comunistas de esta época mantuvieron una alianza con el progresismo (que no tiene nada de re­vo­lucionario) y fue éste el que se benefició del «trabajo» de los comu­nistas. La única realidad que «con­vir­tieron» era aquella que traducía la cínica frase de «quien no es comunista con veinte años no tiene co­razón, pero quien es comunista a los cuarenta, no tiene cabeza».

El pro­gresismo, otro pantano de la tempestad roja, aprovechó la fuerza inicial de éste para completar el dominio casi total del mundo de las ideas. Podemos entonces preguntar­nos porqué por la «banda de la derecha», y más concretamente la derecha española, se tuvo que ceder o pactar con la izquier­da progresista. Pío Moa, uno de los lan­ceros del frente mediá­tico de la derecha actual, ofreció su explicación del porqué. Aunque su explicación se re­fería, sobre todo, a la actitud de la derecha española agrupada por el PP frente al nacionalismo vasco y ante el ex­pan­sionismo marro­quín, lo que avanzaba era perfectamente válido para situarlo ante la izquierda pro­gresista: la de­recha ha renun­ciado plantear cualquier batalla por las ideas y los senti­mien­tos por­que daba por sen­tado que los intereses económicos se im­ponen por sí solos.

La de­re­cha política española sólo le ha interesado que «la gestión de la economía se haga bien», y si la eco­nomía marcha bien, «España va bien». Para Moa esa actitud clásica de la derecha era una «be­lla­quería» y un gran error, ya que los grupos, si bien durante un tiempo pueden predominar en ellos sólo la «cartera», al final sienten la necesidad que recurrir y justificar su existencia por el «corazón». Moa explica los batacazos con­se­cu­tivos del PP (nacionalismos, Ma­rruecos, 11-14 de marzo...) por haber creído que las razones económicas son suficientes para ganar o per­der apoyos. Sin embargo, la razón más repetida que explicaba esta «entrega» cultural de la derecha, ha sido el famoso «complejo de la derecha», aquel «miedo del herbívoro» insolidario del cual se lamentaba el jefe del grupo senatorial de Alianza Popular en los ochenta, Ares­pa­co­chaga, para comprender la «co­bar­día» de la derecha ante la izquierda (se suponía que «carní­­vora» y «solidaria»).

Esta última razón, de­ci­mos, es la que más éxito ha cose­chado entre los sectores de la de­recha. Y es que esta exi­tosa representación de sí mismos («nos hemos dejado ganar porque nos hemos dejado acom­plejar de lo buenos que somos») corre paralela a otras dos «representaciones de la realidad» que tienen igual éxito tanto entre la derecha como entre la izquierda aunque con un sentido bien dife­rente: la primera, la idea que las «servidumbres de la democracia» las con­vierte en débiles; y segunda, la idea de que «Europa es vieja ante Amé­rica», y por vieja, «escéptica» y «descreída de sus propios valores». Ahora volvemos sobre ello. A nuestro juicio, sin negar las explicaciones anteriores ofrecidas por mucha gente de la derecha, el prin­ci­pal motivo apunta por los tiros que daba Pío Moa, aunque va mucho más allá que éste.

Para nosotros, la principal razón es que la de­recha ha con­templado la ‘re­ligión’ ido­látrica izquierdista de la misma manera que contempló y manipuló la religión cristiana: una suerte de ‘supe­res­tructura’ idolátrica que, por una parte, ayudaba a ciertos propósitos e intereses de la derecha, y por el otro, no significaba peli­gro real para ella. Los programas de transformación social de la iz­quier­da fueron a parar al «archivo de los sueños», y por tanto la derecha tenía que «dejar que se con­so­la­ran» con el predominio del «mundo de las ideas», convencidos los señores de la derecha que poco o nada iban a perjudicar al «mundo real» y las «leyes inevitables de única eco­nomía posible». Y es que Felipe Giménez acertó cuando sentenció que «el pro­gre­sis­mo es una izquier­da de diseño para dar gusto a los intereses de la burgue­sía».

C) ...a la Derecha de la «Reconquista»

En Marzo del 2004 pasó algo mucho más importante y sonoro que la comisión del mayor atentado terrorista sufrido en España y la muerte de casi dos centenares de personas: la derecha oficial española se pegó un tremendo batacazo cuando creía, como siempre, que el puro pragmatismo (llamado «sensatez» o «prudencia» por ella) que apos­taba por la «buena gestión», por arrimarse al más poderoso, y dejar las cosas como están, era más que suficiente para ganar apoyos o para no ge­nerar un gran re­chazo. Es a partir de las jornadas de «choque y conmoción» que van del 11 al 14 de Marzo, en la que la «derecha» española quedó no­queada, cuando el «brunete mediático» de los liberal-conservadores empezó a «calentar motores» y a «pedir más madera».

Nuestra consideración es que han aprendido la lección: esta de­recha de la «generación de marzo del 2004» se ha lanzado a dis­pu­tar las creencias y sueños de la izquierda. Ha comprobado que le cues­ta caro «com­partir el dominio» de la «Vieja Europa» con el progresismo, y ha decidido «abaratar costos» y no tener «más sorpresas». El estrecho ali­nea­miento político-militar -y parapolicial- de Aznar con la administración Bush no había tenido la co­rrespondencia necesaria y apropiada en los me­dios de masas: buena parte lo criticaron «con acritud», y otra parte lo «comprendían» pero «mode­rada­mente». Y es que la mayoría de los españoles, así como sus me­dios, ni compartían el descarnado supre­macismo occi­dental («sin complejos», como dice la derecha) ni la absoluta falta de escrúpulos mili­tares y jurídicos de los Estados Unidos («firmeza», habla la derecha). En Es­paña, como en la mayor parte de la «Vieja Europa», el occi­den­ta­lismo tiene «mala con­ciencia», presume incluso de las «servi­dum­bres de la demo­cracia» que nos hacen «generosamente débiles», y se re­crea de ser «vieja», es decir, re­co­noce su escepticismo existencial al mismo tiempo que sueña con utopías «antisistema».

Es decir: el Occi­den­talismo do­minante en España y en Europa se reconoce sin fuelle, sin valor y decadente. Pues bien, la derecha política y económica ha resuelto corregir esta situa­ción e «in­vertir» en el capítulo hasta ahora «re­ser­vado» a la «izquierda» progresista. La derecha ha empezado a em­plearse a fondo en el «Brunete mediá­tico». La derecha de la «generación de marzo del 2004» ya no es la derecha de 1975 o 1982. Y esto se re­fleja sobre todo en sus medios radio­fó­nicos «inmoderados» (COPE, Intereconomía ...) y su prensa «sin complejos» (semanarios Época, Alba...), así como en sus medios «moderados» (Onda Cero, La Vanguardia...) o la prensa que, según para qué asuntos, son «moderados» unas veces o «sin complejos» en otras (ABC, La Razón, El Mundo...).

Este frente cultural-mediático se refuerza y se ve acom­pa­ñado por la derecha política nacional. Pero no sólo por ésta, sino que -como los antiguos comunistas del KOMINTERN- se siente ligada estrechamente al servicio de su «Paraíso en la Tierra»: Estados Unidos. Para la derecha, España es un país que debe volver a seguir la dirección de América. Es lo que llama el «lazo trasatlántico». Este frente mediático de la derecha española hace ascos del occi­den­talismo de la «Vieja Europa» por al­bergar ésta «dudas» sobre el sis­tema político, social y económico que ha de imponerse al mundo entero. Un sistema político, claro está, bajo el control indudable de una hege­monía concreta. Un sistema social unido al dominio de una clase social en especial. Y un sistema económico acom­pañado de buenos negocios para cor­po­­raciones deter­mi­nadas.

Los radiopredicadores y escri­banos beligerantes de la derecha rinden admi­ración por los «ejecutivos agresivos» del Extremo Occidente, que no reparan en con­side­raciones políticas o éticas de ningún tipo: el mundo es de los «ganadores» y lo que hace funcionar la máquina es la insaciable ham­bre de poder y beneficios de éstos. La prensa escrita y las cadenas de radio en creciente beligerancia sostienen que dejar que nos invada la duda o la mala con­ciencia por los fines, los métodos o las con­se­cuencias de la mecá­nica que mueve a Occi­dente supone «alta trai­ción» a Occidente. Por eso hay que des­bancar urgente­mente al pro­gre­sismo. Esto no lo explican al desnudo, por supuesto, sino recubriéndolo con palabras como «el prestigio de Es­pa­ña», «la seguridad nacional», «la paz internacional», «la libertad», «la prudencia» o «cumplir nuestros com­pro­misos» que sólo engañan a los que quieren dejarse engañar.

Porque cuando la derecha habla del «prestigio de España» se refiere únicamente al prestigio del subordinado hacia quien detenta el poder (que en un mundo ca­pi­talista es quien dispone del capital). Cuando la de­re­cha habla de «seguridad» se olvida completamente de los dere­chos que nos vendían como invio­lables. Cuando habla de «paz» es para sostener la injusticia. Cuando habla de la «libertad» cabe pre­gun­tarse ¿Libertad para quien?. Cuando habla de «prudencia» está defen­dien­do el ocultamiento de los crímenes que sus admi­rados amigos norte­americanos. Cuando hablan de «cumplir nuestros compromisos» se refiere únicamente a nuestras «obligaciones» para la hiper­potencia mundial, no con las «naciones miserables» como su clasismo ine­vi­table les hace decir.

Pero estas razones no son las únicas ni las más importantes del frente mediático. Porque al igual que el pro­gresismo, los liberal-con­servadores, además de las realidades políticas y económicas que de­fender, tam­bién se acompañan de mitos, «historias» y creencias. Cua­les son las que el «brunete mediá­tico» esgrime para justificar todo esto y «reconquistar» las mentalidades y sentimientos de las masas, las ha expuesto nues­tra colaboradora Natalia Segura en dos artículos apa­recidos en Orien­ta­ciones del año pasado: «los motivos del PP para apoyar a EEUU e Israel» y en «Recambio de Tota­li­tarismos».

4 comentarios

Cordura -

Estoy de acuerdo con esa crítica a la tesis mencionada de Garriga. También me parecen muy acertadas frases como:

«La derecha ha con templado la ‘re ligión’ idolátrica izquierdista de la misma manera que contempló y manipuló la religión cristiana: una suerte de ‘superestructura’ idolátrica que, por una parte, ayudaba a ciertos propósitos e intereses de la derecha, y por el otro, no significaba peligro real para ella».

Y especialmente: «El progresismo es una izquierda de diseño para dar gusto a los intereses de la burguesía» (¡y no digamos ya la versión pijoprogre, definitivamente dominante!).

Discrepo, en cambio, de empezar a datar el auge de lo que yo llamo la Derechosa en marzo de 2004. Arranca, en realidad (como eclosión, pues ya estaba en germen desde más o menos la Caída del Muro), desde el mítico 11-S. El 11-M y su secuela del 14-M no fue sino un aceleroncito más.

Ya hace años que tratamos estos temas en:

"Progres: El ocaso de una pose"
http://javzan.freehostia.com/asuntos/progres.htm

Y, aún más, en su contraparte "La Brigada Antiprogre"
http://javzan.freehostia.com/asuntos/brigadaantiprogre.htm

Un cordial saludo.

Carlos Ramiro -

Lo de "tinglado socio-económico y político-militar" es mio, no del señor Garriga.

Carlos Ramiro -

Saludos, señor Garriga. Digo que se confunde cuando interpreta que la permanencia de gran parte de los "mitos izquierdistas" supone un triunfo de las izquierdas. Por el contrario podemos comprobar como muchos de esos "mitos", "valores" y "creencias" han acabado siendo "ingeridos" y le están sirviendo a la derecha, de la misma forma que hizo (y le sigue sirviendo) determinadas inercias y referencias "superestructurales" del cristianismo.
Quien vive un momento exultante a nivel mundial es la derecha.
Usted, en otro artículo "La Guerra es la Paz", critica la neolengua totalitaria y el pensamiento "políticamente correcto", y nos recuerda que todo esto empezó como corriente de izquierdas. Así es, empezó como tal, pero le está sirviendo a las derechas (y a las izquierdas para disimular que aceptan el dominio de las derechas).
Como llama usted la atención en el mismo artículo, "del terrorismo mental hemos pasado al terrorismo de Estado, al terrorismo con buena conciencia que aniquila todo lo que le estorba: ideas comunidades, culturas... Un terror que en la actualidad ya se halla institucionalizado como una nueva forma de dominio mundial". ¿Y que terrorismo de Estado es ese?: el terrorismo de estado para defender el "tinglado socio-económico y político-militar" montado por las derechas, no para subvertir ese tinglado.
Usted mismo denuncia un mundo sometido a los USA "Asumiendo su papel de gendarme internacional se han saltado las normas más básicas de convivencia entre naciones, siguiendo una doctrina neomesiánica según la cual los USA tienen como razón de ser guiar a los pueblos y las gentes hacia el bienestar terrenal y la paz perpetua, para la que TODOS LOS MEDIOS SON VÁLIDOS... Wilson aseguraba a los suyos que Dios había creado a los USA para que guiasen a los pueblos del planeta por el camino de la libertad".
Y asocia este triunfo con la profecía de Orwell en 1936 "la idea de Estado totalitario está siendo sustituida por la de mundo totalitario... con todo el poder político, militar y educativo en manos de un pequeño grupo compuesto por los goberantes y sus esbirros... Es el Estado esclavista, mejor dicho, el mundo esclavista, que posiblemente sería una forma social estable; y lo más problable es que, si las enormes riquezas que contiene el mundo fuesen científicamente explotadas, los esclavos estarían bien alimentados y satisfechos... Un mundo de conejos gobernados por comadrejas".
Y concluye usted "Y Aznar nos promete, a cambio del recorte de libertades, más seguridad. Menos libertad y más seguridad. La moral del esclavo".
No cabe duda que mundialismo, derechos humanos, pacifismo, "defensa de la mujer" parecían ser de izquierdas ¿Pero no son mitos que sirven, más que a nadie, a la derecha mundial (de la cual la española es una sucursal "sin complejos") para justificar ese "terrorismo con buena conciencia que aniquila todo lo que le estorba: ideas comunidades, culturas..."?

Jordi Garriga -

¿En qué dice Ud que me confundo?