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Nuevas realidades en Oriente Próximo

Carlos Ramiro

La situación en Oriente Próximo se ha trans­for­mado durante estos tres meses. Podemos de­cir que se han producido grandes cambios, si bien con unas repercusiones difíciles de vis­lum­brar en estos momentos.
Quizás la más pa­ra­dójica sea que la lucha por la demo­cra­tización, al estilo liberal capitalista, que Occi­dente está librando en esta zona del planeta ha producido unos resultados contrarios a los esperados.

 Egipto

En el país del Nilo, los Hermanos Musulmanes, si bien se presentaron en listas independientes y para cubrir sólo unos 150 escaños aproxi­ma­da­mente, consiguieron casi 80. El resto de la oposición política, lai­cos liberales e izquierda, consiguieron resultados mínimos y el partido en el poder logró, en sus propias listas, unos resultados irrisorios que sólo fueron salvados por la reincorporación al partido de los diputados ele­gi­dos a través de candidaturas independientes. El partido apoyado por los EE.UU, «Suficiente», no consiguió nada. Parece claro que si los Her­ma­nos Musulmanes se hubieran presentado para cubrir todos los es­caños en juego, habrían conseguido una victoria similar a la ob­tenida por Hamas en las elecciones de enero en la Palestina ocu­pa­da. Así pues está claro lo que se espera en Egipto si el proceso de aper­tu­ra continúa, con una situación que se agrava con la sucesión del dic­ta­dor Mubarak. Pensemos que el clima de estas elecciones se fue en­ra­re­ciendo conforme iba quedando cada vez más claro que los Her­ma­nos Musulmanes iban a obtener unos resultados inimaginables. La úl­ti­ma ronda de las elecciones se llevaron a cabo bajo la presión directa del Estado, con bandas de matones fustigando a la oposición y a los pro­pios votantes, con el ejército sellando barrios enteros conocidos por su militancia a favor de los Hermanos Musulmanes, para impedir que fuesen a votar, y con las fuerzas de seguridad del Estado dete­nien­do a destacadas figuras del movimiento. Y a pesar de todo esto, los Hermanos Musulmanes lograron ser el segundo partido más vota­do, de­mostrando ser la fuerza política real del país y poniendo un in­te­rro­gante sobre la evolución futura de Egipto. Un interrogante que apa­recería resuelto al mes siguiente en la Palestina ocupada.

 

Palestina

 

Éste es el segundo terremoto de la zona. Está claro que no se pueden catalogar de elecciones democráticas las llevadas a cabo en la Pales­tina ocupada ¿Pero cómo lo van a ser bajo la opresión de una ocu­pa­ción, los controles de las fuerzas armadas sionistas y la imposibilidad de disfrutar de libertades mínimas? Incluso Gaza, ahora liberada de la presencia interna de los colonos paramilitares judíos y del ejército sio­nista, no deja de ser más que una gran prisión. Pero a pesar de todos los inconvenientes, el triunfo del movimiento de resistencia islámico Hamas supone la apertura de una nueva era en la política de ocu­pa­ción. Tras su triunfo, Occidente ha puesto el grito en el cielo y ha im­puesto una serie de condiciones inaceptables para seguir la ayuda a un pueblo desterrado y aprisionado en su propia tierra: re­co­no­ci­mien­to del Estado de Israel, cese de la resistencia y aceptación de los acuer­dos de Oslo y de la Hoja de Ruta (estas dos últimas condiciones, por cierto, nunca han sido cumplidas por el ente sionista) Si no aceptan estas exigencias, la Autoridad Nacional Palestina (que de “autoridad” solo tiene el nombre) dejaría de recibir las ayuda que ahora le envía la Unión Europea y la ONU, e incluso el ente sionista, que está obligado por esos mismos acuerdos a entregar el dinero de la recaudacion de im­puestos que pertenecen a la Autoridad Nacional Palestina, anuncia que en el mismo momento que Hamas forme gobierno dejará de in­gre­sár­selos. Ahora bien, si estas amenazas se cumpliesen, el único que su­frirá esta vuelta de tuerca en las condiciones será el pueblo pales­ti­no, aunque otra consecuencia no querida (de las que abundan tanto en la política de la zona) pondría al descubierto el papel de potencia ocu­pante de Israel, obligándole a correr con todos los gastos para el mantenimiento de la población ocupada, tal y como exige la Con­ven­ción de Ginebra. Porque hay que decirlo claro para deshacer otra “ver­dad a medias” que los medios de comunicación occidentales han dado para engañar a su público: es cierto que los países donantes ayudan a la población palestina bajo la ocupación, pero no lo hacen por este pue­blo sino para liberar al ente sionista de una carga que haría in­sos­te­nible la economía judía.

 

En otro lado tenemos a la OLP, que ha sido borrada del mapa político desde el momento en el que ha existido, por escaso que sea, un mar­gen para ello. La corrupción manifiesta de los dirigentes políticos de la OLP y su incapacidad para lograr algo en su política de negociación, han cavado su tumba. Está claro también que ha sido la debilidad es­tructural de la OLP la que ha posibilitado su desalojo del poder, ya que si estas elecciones se hubiesen producido en cualquier otro país árabe pro­bablemente Palestina habría terminado como el caso de Argelia, y es ésta la otra perspectiva desde la cual ver estos sucesos. En efecto, junto al hecho de representar un golpe a la ocupación sionista, es una llamada de advertencia a los regímenes dictatoriales árabes que ven como su control del poder se va resquebrajando, poco a poco pero de manera imparable. Cómo reaccionarán tales Estados frente a estos cam­bios es la gran cuestión a resolver. Pero aún cabe otra lectura: un movimiento islamista ha llegado al poder (por muy limitado e irreal que sea en sus aspiraciones) tras haber conjugado, al mismo tiempo, la lu­cha directa contra la ocu­pación con la acción política diaria, a través de actividades como las ayudas a la población, y no a través del mé­to­do terrorista utilizado por otras organizaciones de los 80 y los 90, vía luego defendida como único medio posible por el movimiento de la Yi­had mundial simbolizado por Bin Laden, Zawahiri y El Zarqawi. La rea­li­dad del triunfo de Hamas les da la espalda y muestra que el úni­co medio de reislamizacion de las sociedades árabes pasa por la acción política y social.

 

En los últimos días parece que la reacción inicial occidental se ha ido moderando y que ahora Rusia se presta como mediador, habiendo in­vitado a los lideres de Hamas con el respaldo de Francia. La realidad, aunque sea dura para Israel y los EE.UU, obligará a la apertura de ca­nales de diálogo o, al menos, a la coexistencia, porque al fin y al cabo el pueblo palestino habló y le dio su voz al Movimiento de Resistencia Islámica.

 

Iraq

En Mesopotamia todo sigue igual. La elecciones de diciembre dieron el triunfo a la coalición de partidos religiosos shiítas (cuyo partido más importante es el Consejo para la Revolucion Islamica de Iraq) y con unos buenos resultados para los partidarios del clérigo Muqtada Sadr. El partido laico del antiguo primer ministro Alaui, apoyado por EEUU, no pudo alcanzar una presencia significativa, y la oposicion suní logró apro­ximadamente el 20 por ciento de los escaños.

 

La resistencia de base suní se mantiene, demostrando la incapacidad norteamericana para pacificar el país, con las quejas de los partidos shiítas de que no lo hace ni deja hacerlo para que la inestabilidad con­tinúe y sea imposible la vida normal. Este reto está cada vez mas lejos como han demostrado las auditorias de los proyectos realizados por el gobierno norteamericano, que demuestran que ninguno de los sec­tores estudiados ha alcanzado ni siquiera los niveles de preguerra: ex­trac­ción petrolifera, generación de electricidad, agua potable, sistema de alcantarillado... Y que las proyecciones de futuro auguran un por­ve­nir aún más incierto. Y es ésta la faceta de la campaña de resistencia que pasa más desa­per­cibida: una campana estratégica contra la infra­estructuras del país que hace imposible la reconstrucción y ante la que el ejército norteamericano y los contingentes “de seguridad privada” se ven incapaces de hacer nada. Una pregunta que debemos hacernos es si la incapacidad de los EEUU es una incapacidad real o es una calculada.

 

Así pues vemos que para un futuro próximo, la situación en Iraq cam­biará poco. Las variables a considerar serán las siguientes: si los partidos ganadores proseguirán con su acercamiento a Irán; si la re­sistencia tendrá ca­pacidad de paralizar al gobierno; y por cuanto tiem­po los estadounidenses permitirán que sus soldados sigan muriendo por una “planificación” tremendamente desastrosa de la posguerra por parte del “Eje del Bien”...

 

Pero como están las cosas en la actualidad, el gran beneficiado es Irán, aunque se pudiese pensar que el objetivo inicial de las todas las guerras en la zona (las de Iraq y Afganistán, especial­mente) era su ais­la­miento y el forzar un cambio de régimen. Si éste era el gran obje­tivo de los que, prime­ro em­­­prendieron, o respaldaron, en los 80 la I Guerra del Golfo contra Irán, y en los 90 el avance Talibán en Afga­nistán, y cambiando de siglo decidieron ocupar directamente tales paí­ses, no se puede decir que les estén saliendo bien las cosas.

 

 

 

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