NACIONAL
El diálogo institucional con ETA (I)
Pepe López
Tras un bienio sin ejecutar asesinatos en la España sacudida por la matanza del 11 de marzo de 2004, el 22 de marzo de este año, ETA comunicaba su declaración de «alto el fuego». Tres meses después, el 29 de junio, el presidente del Gobierno anunciaba formalmente el inicio del diálogo con ETA.
Antes de entrar en materia, mencionemos que el término “diálogo” es un eufemismo político que el poder acostumbra a emplear para distintos tipos de “relaciones humanas”, desde negociaciones hasta la mera retórica. La versión ofrecida por el secretario de organización del PSOE, Pepe Blanco, que este diálogo consiste en “amonestaciones directas” de los “demócratas” a los “radicales”, se tomó como otra de tantas “frases de pastel” que los políticos están obligados a pronunciar por exigencias de un guión donde deben cumplir el papel de ejemplares de bondad. Pues en este asunto de las conversaciones con ETA, casi todo el mundo, incluyendo los que apoyan esta política, coincide en señalar que nos encontramos ante negociaciones y no con otra cosa.
Acordémonos que la última tregua de ETA duró dos años, y que ésta la declaró tras la reacción pública surgida a raíz del secuestro y asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco en 1997 –por cierto, sus verdugos han sido juzgados recientemente–. Gobernaba Aznar, que entabló conversaciones con la organización de forma “sigilosa”. Todos los partidos apoyaron –también de forma “discreta”– esas conversaciones. Lo hicieron igualmente las asociaciones de víctimas, que no convocaron protestas por los tratos del gobierno popular con ETA.
Si algunos españoles pudieron saber lo que pasaba, fue porque un ministro de Aznar –vasco por más señas– llamó la atención al “moverse en la foto”. Que fuese reflejo de una discrepancia real o un reparto de papeles en el seno del gobierno, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que el jefe del PP se sentó con ETA sin que le movieran la silla y con el respaldo casi unánime de los partidos, medios y representantes empresariales. ETA proclamó el fin de la tregua –en la comisión de asesinatos– poco antes de las generales del 2000. En esta negociación de ZP con ETA, no le falta razón al PSOE y a sus medios próximos, la indignada mención que Aznar también negoció con el –así lo llamó el jefe del PP– “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”, y que entonces guardó silencio el PSOE.
Siempre hemos de tener presente donde nos hallamos: en una sociedad donde, la inmensa mayoría de las veces, a las personas y a los grupos no se les enjuicia por lo que éstos piensan, dicen y hacen, o por el cómo lo dicen o lo hacen –o por lo que silencian o dejan de hacer–, sino que se les califica exclusivamente por el color de la camiseta que llevan (algunos más primarios llegan incluso a “enjuiciar” a la gente por el color de piel o la forma de la nariz) así como por sus expectativas y resultados finales, es decir, si van a ganan o van a perder.
El infantilismo creciente en las poblaciones actuales (y no es momento de señalar si eso es por causa de la tele, de “internet”, del agobio de las grandes ciudades o de la pérdida de la Fe cristiana, de la ESO o de lo otro o aquello) facilita esta clase del “juicio social”. Que sepamos, sólo un reducido partido extraparlamentario, Falange –no se había desintegrado aún– hizo campaña contra aquellas negociaciones de Aznar. Esto quiere decir que, en la práctica, nadie en nuestro país levantó una voz de protesta.
Dejando de lado el consustancial partidismo, en este caso del PP, y la condición que antes estaban en el gobierno y ahora no ¿Que hechos han podido cambiar para que la derecha partidaria y mediática de nuestro país se agite hoy tanto contra el diálogo institucional con ETA/HB? Hemos avanzado un dato: Aznar gestionó a escondidas sus contactos mientras que ZP lo hace, por lo visto, a bombo y platillo. Sinteticemos la trayectoria de los anuncios y pasos dados estos tres meses por el gobierno actual para poder descubrir esos cambios si los hubiera:
Tras declarar ETA el cese de atentados, el presidente habló de una “verificación de la tregua” que iba a extenderse a todas las acciones de la organización, como condición imprescindible para comenzar a negociar con ella. Sin embargo en estos meses se han registrado acciones como cobros del impuesto revolucionario, atentados contra bienes y amenazas a vascos y a navarros “españolistas” –“traidores a la patria” delimitada por el nacionalismo–. Si no son imputables a ETA directamente, sí lo son a elementos que participaban hasta ahora en sus campañas.
El presidente dijo también que debía constatar la voluntad clara de “abandonar las armas“ por parte de ETA. Pero en sus comunicados posteriores, ésta ha expresado claramente que se reserva poder volver a ellas si no se asume lo que Ibarreche llama “ámbito de decisión” vasco –que es lo mismo que “derecho de autodeterminación”– así como introducir a Navarra en ese ámbito.
Los políticos del PSOE que llevan la dirección del asunto han repetido sin descanso que hacen todos los esfuerzos por lograr el concurso del partido principal de oposición. Pero en estos meses los primeros no fueron llamando a los segundos para informarles de los anuncios y pasos que iban a dar. Medios destacados en su apoyo al gobierno reprocharon a ZP que descubriera en un mitin de partido iniciativas de un proceso que se considera “de estado”.
ZP afirmó también que convocarían la reunión del famoso Pacto Antiterrorista antes de proponer el inicio de las negociaciones. Tampoco ha cumplido con ese requisito que quiso él imponerse.
Asimismo, ZP se comprometió, en resolución del Congreso, a solicitar formalmente de éste autorización para comenzar las negociaciones con ETA. Sin embargo, lo que ha hecho el 29 de junio ha sido declarar, en el vestíbulo del Congreso, que ya iba a empezar a dialogar con la organización.
Entendámonos por si queda algún despistado. En estas páginas no se critica (como en el muro de lamentaciones de los “guardianes del Consenso Constitucional”) la circunstancia que PP y PSOE no se reúnan o no se entiendan, o que el Gobierno “pase por encima” del parlamento. Al contrario nosotros queremos que las dos grandes puntas de la tenaza partitocrática no se entiendan. Lo que denunciamos es que ZP, como suelen hacer otros políticos, pidió que tuviéramos fe en sus declaraciones y en sus tratos, cuando ha obviado unas condiciones que había pedido, y no ha cumplido unos compromisos que había anunciado.
Por tanto, constatamos que el presidente de gobierno se embarca en una aventura, con decisivas implicaciones de fondo, presentando a los españoles unas condiciones de las que luego se “olvida”, y prometiendo seguir procedimientos que después incumple. En un asunto que no es de broma ZP nos pide que depositemos la fe en él –vivimos en una sociedad producto de la ilustración moderna pero que pide continuamente actos de fe ciega–, y que le apoyemos en una apuesta fuerte fuera de “programa”. Pero mientras apuesta y nos pide fe, nos mete faroles. Lo más significativo es la respuesta que desde el partido del gobierno suelen dar a las denuncias de engaño: que todo lo hacen “para alcanzar la paz”, y que las denuncias buscan sólo “descalificar” al bienintencionado ZP y el fracaso del “proceso de paz”.
De esta forma nos encontramos con dos de los “pilares” de este estado, sistema y “sociedad civil”: la reducción brutal de las explicaciones de lo que ocurre al color de la camiseta de los agentes, y a las intenciones sobre los resultados que se buscan: en este caso, la “paz”. Ni importa qué se dice ni qué se hace, sino sólo el “bando”, ni se tiene en cuenta que medios se van a emplear –el cómo– sólo cuenta conseguir el resultado.
¿Proceso de paz?
El “proceso de paz” es otro eufemismo que, aquí, implica algo muy serio ¿Pues acaso estaba España en guerra? Si así era ¿Cómo es que las instituciones del régimen no la han declarado? Porque sería la quinta en la que se ha visto envuelta España desde la aprobación de la Constitución en 1978, la quinta añadida a la II Guerra del Golfo (1991), a la de Yugoslavia (1999), a la de Iraq (2003) y a la de Afganistán (en la que seguimos) y las cinco sin ser declaradas (y debemos preguntarnos para qué tanta Constitución y tanto “Estado de Derecho” si de las cinco guerras, ninguna fue declarada).
Pero si asistimos a un “proceso de paz” las implicaciones de éste son mayores, pues necesariamente significa que España tenía una guerra interna, lo que es mucho más grave ya que ¿No nos han repetido durante décadas que España protagonizó una transición modélica y estableció un régimen de “convivencia en paz”? Ahora resulta que las instituciones de la Monarquía Parlamentaria han estado engañando a los pueblos de España y al resto del mundo, ya que durante los más de “veinticinco años de paz” juancarlista...¡Este país estaba sufriendo una guerra!
Lo cierto es que con la victoria del PSOE en 2004 se dio paso a una nueva interpretación de la Transición, una página histórica reputada hasta hoy de modélica e intocable. PSOE, Izquierda Unida y partidos nacionalistas califican ahora de deficiente y forzado aquel proceso, y que las fuerzas democráticas se vieron obligadas a aceptarlo debido al peso de las fuerzas aún considerables ligadas a Franco. El PP se ha quedado como gran adalid de un periodo que antes defendían casi todos los sectores del régimen.
Pero nosotros tenemos memoria. A despecho de las líneas representativas tanto de los adalides de la Transición como de los grupos del régimen que hoy la desprecian pero ayer aprobaban, nosotros resaltamos que los pactos de la Transición fueron también “vendidos” a los pueblos de España como un “proceso de paz”. Recordamos que en nombre de la paz como sea y a costa de lo que sea (sólo cuenta lograr el resultado: la paz) se aprobó una Ley de Amnistía donde todos los asesinatos cuyos motivos fueron políticos quedaron impunes.
La UCD apoyó la amnistía con desprecio a la justicia, a la memoria y a los derechos de las víctimas que ahora invoca tanto el PP –heredero de la UCD–. Recordamos otra amnistía que aprobó en especial los atentados de GRAPO y ETA perpetrados entre enero y junio de 1977, ya que, según el discurso de esa transición modélica para la derecha partidaria y mediática española, GRAPO y ETA eran grupos que “buscaban establecer un régimen de libertades públicas” en España. Tales términos fueron defendidos por la derecha parlamentaria, que no olvidemos era la que gobernaba. Nosotros ni quedamos amnésicos ni renunciamos a la justicia más elemental a cambio de paz –y de parcelas de poder–, como hicieron entonces unos y otros, herederos de la dictadura y antifranquistas.
A la lógica instrumental guiada únicamente por su fin, en este caso la “paz” (concediendo la impunidad para tener “paz”) los artífices de la Transición le sumaron otra lógica instrumental guiada tan sólo por su fin, el “democrático”, y asumieron la aprobación del crimen para traer la “democracia” .
Terminando la transición, el gobierno de la UCD llevó a cabo otro “proceso de paz” con ETA “Político Militar”. Y como la posibilidad de amnistía había quedado agotada tras las dos anteriores, los padres de la transición, con la colaboración necesaria del “Padre de la Democracia” –el Jefe de Estado– repartieron indultos para todos los miembros de ETA PM sin importar la sangre vertida, la justicia, la memoria o la satisfacción de las víctimas.
Por eso Rajoy, Acebes, Zaplana, Aznar, Mayor Oreja... defensores de los pactos de la Transición y de la Constitución de 1978, no pueden criticar realmente a ZP o a Pérez Rubalcaba por proceder de la misma manera que los padres de la transición, y seguir la misma lógica guiada únicamente por los fines: alcanzar la paz como sea y a costa de lo que sea, y consolidar el régimen de la Monarquía de los Partidos.
Continuará...
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